1 Ticket to ride, 62.5 x 90 cms., técnica mixta, óleo y collag
Nacido en Vic, en 1947, a unos 70 kilómetros de Barcelona, Manuel Pujol Baladas mostró desde muy temprana edad sus preferencias y aptitudes para el arte, el dibujo, la pintura, lo creativo y lo plástico, pero tuvo que enfrentar la negativa natural de la familia, un padre que gustaba de su pintura desde pequeño pero que en el fondo quería que fuera ingeniero como él. “En aquellos tiempos los papás pensaban que los hijos deberían de ser serios y el querer ser pintor era lo mismo que ser bandolero”.
El padre de Manuel Pujol había vivido los estragos de la Segunda Guerra Mundial y tenía una gran conciencia de lo importante que era saber ganarse la vida, “A mi padre le gustaba que pintara y sacara premios desde muy pequeño, pero eso era nada más para presumir”.
Su padre quería que fuera gente seria, digna, dudaba que del arte se podía vivir, y esa negativa ayudó a forjar el carácter de M. Pujol Baladas desde niño, porque su insistencia y perseverancia le permitió estudiar Bellas Artes, en donde destacó lo suficiente para ser nombrado a los 17 años profesor auxiliar. Reconoce que en esta etapa aprendió más de los alumnos, muchos de ellos tenían más de 30 años de edad, por lo que pronto se cuestionó lo que hacía ahí y lo dejó.
Para entonces su padre le dijo: “si quieres que ser artista y yo no lo puedo evitar, tendrás que serlo por tu propia voluntad”. Y eso era lo que él quería, era la época en donde se sublevaban, no sólo con sus padres, sino con las ataduras sociales que determinaba la dictadura de Franco, en España.
El peligro del aprendizaje
Desde entonces tuvo que seguir por su propia voluntad y esfuerzo, mismo que le hace destacar. El pintor afirma que un artista debe ser culto y con muchas experiencias, ya que de lo contrario no se puede desarrollar y es a partir de la atención e interés en todos los temas lo que le permite una mejor percepción de su entorno. “No creo en la autoridad que presume de serlo cuando nunca ha estudiado”.
Para M. Pujol Baladas, es preferible el error a la duda. “La duda nunca abre paso, el error en cambio lo puedo corregir y yo creo que es a través de estas experiencias como crecemos”. Y agregó, “tengo la suerte de las cualidades, desarrollarme bien y destacar, hasta que llegó un día Miró, que ya me conocía, ya había pintado con él, y llega a sus oídos que Salvador Dalí necesitaba un ayudante con pulso firme y una base de dibujo realmente buena”.
Marinero en tierra, 62.5 x 90 cm., técnica mixta óleo y collage
Así es como a las 19 años M. Pujol Baladas tiene un primer acercamiento con Salvador Dalí y su mujer, Gala, aunque su primer encuentro fue en realidad un desencuentro y no fructifica la relación, la cual duró solamente un día. Al cabo de un año, nuevamente lo buscan y se establece una colaboración que dura alrededor de 10 años, de los cuales vive la adrenalina intensa de estar con ellos y de participar en su núcleo por cerca de 6 años.
“Conocí a Picasso, a Dalí, viví con él, lo que fue determinante respecto a todo un mundo. Aprendes a desarrollarte con la gente, a respetar diferentes criterios, y entonces creces técnicamente porque aprendes muchas cosas”.
“Sin embargo, aquí tuve que enfrentar un gran reto, que es cuando uno tiene que demostrar que sí es pintor, que es uno mismo, con estilo personal, con una filosofía de vida propia. El mundo de Dalí me ayudó y me dio oportunidades, porque ir a pintar con un artista con un lenguaje pictórico tan profundo y personal como lo hace el realismo de Dalí, es muy gratificante y amplía mucho los horizontes”.
Autonomía y personalidad propia
Capricho, Rodolfo Halftter, 150 x 150 cm., técnica mixta y óleo
“Pero desde el punto de vista conceptual no lo quiero vivir, por ello la necesidad de cortarme el cordón umbilical. Para mí la pintura es una manera de estar, de vivir, de ver la vida, por lo cual sería absurdo que viviera en cuerpo y alma de otra persona”. “Tuve la ventaja de poder tener grandes experiencias desde muy joven, digamos que desde los 19 años, incluso un poco antes con la separación espiritual e intelectual de mis padres, pero me costó mucho romper mi relación con Dalí y Gala”.
“En esta época tengo la influencia del mundo Dalí, un lenguaje figurativo que va evolucionando, se va transformando en un expresionismo que va delirando a un expresionismo abstracto”. Romper en forma definitiva con Dalí no fue fácil, porque se generó un entorno público difícil y adverso, más allá del arte, por lo que decide dejar España y se refugia en Colombia.
A principios de los años ochentas vive en una selva ubicada en la frontera que está entre Colombia y Brasil, con una tribu nativa, donde aprendió a cazar, pescar, a descubrir al ser humano, el amor a los pequeños y a los mayores.
Este autoaislamiento tuvo dos objetivos: el primero apartarse de un mundo en el que vivía momentos muy duros; y el segundo, el más importante, la búsqueda de sí mismo, de volverse a encontrar sin interferencias.
“Pasé un año en Colombia y me olvide del arte y de todo, porque el arte es una consecuencia del espíritu y si éste no está bien, el arte no está bien, no fluye”.
El artista es propositivo y dice que hay un tiempo para uno mismo, donde uno será capaz de volverse a reír de la sociedad en la que no se está de acuerdo “pero no estar de acuerdo y no luchar por cambiarla es una estupidez”.
M. Pujol afirma que a pesar de los grandes errores que comete el ser humano ha avanzado por grandes caminos positivos. “Creo en el ser humano y soy optimista en el futuro, lo que pasa es que hemos dejado a un lado la comunicación, pero yo creo que estamos cada día más preparados para recuperarnos y para tener un crecimiento positivo de nuestra humanidad”
Al cabo de un año un misionero holandés lo va a rescatar y regresa a Europa, pero se va a vivir a Madrid durante 4 años, en una época donde esta ciudad resurge, está activa y creativa, cuando el alcalde era Tierno Galván. Y esa misma transformación de la ciudad se va reflejando en su obra, que se ve nutrida de muchas cosas positivas.
“Creo que como ser humano también voy creciendo y voy siendo yo mismo y mi obra va teniendo una dirección muy personal”. Para el mismo Manuel Pujol Baladas, es desde mediados de los años ochentas cuando su obra ya tiene plasmado su nombre y su propio estilo.
De España para el mundo
Un evento importante que sirve como gran vitrina internacional para su obra artística es a principio de los años noventa (1991), cuando es invitado a crear la imagen de los deportes de 16 subsedes olímpicas de Barcelona, a través de litografías.
Gracias al prestigio que alcanza, logra contratos de exclusividad para pintar por Europa. Sin embargo, desde hace ocho años México le arrebata a España súbitamente a este gran artista, pero no es su vida artística el motivo de ello sino una mujer, el amor quien propicia su vida en la Ciudad de México.
Muchos conocedores de arte dicen que es un artista plástico en el que se resume la tradición catalana en particular, y europea en general, lo que no ponemos en duda. Sin embargo, debemos agregar que se ha enriquecido con los colores, los sabores, la música y la cultura mexicana.
M. Pujol Baladas cree en la libertad de uno mismo y saber que uno puede decir cosas, expresarse y conocer. “Yo se que pinto con intensidad pero no se lo que voy a pintar dentro de 10 años”.
La razón de esto es simple: la pintura está en función del crecimiento y desarrollo espiritual de la persona y es la manera de comunicarse, “como soy, qué pienso, qué siento, cómo vivo. A veces es más fácil la palabra y la pintura puede ser un refugio sin mojarme, porque además es un poco como un libro y las conclusiones en cada libro serán distintas como en cada ser humano”.
El artista considera que su obra tiene un sello propio, pero para eso pasó un buen tiempo desde su ruptura con Dalí y su crecimiento como pintor.
“Lógicamente siempre tendré detractores, pero tengo grandes y apasionados defensores, gente que valora mi trabajo”.
Su relación con México
En cuanto a México, su país adoptivo desde hace 8 años, el maestro catalán afirma que ha sido grande la influencia que ha tenido en su obra, en particular el artista siente afinidad con la música mexicana, en la cual ha encontrado una fuente de inspiración.
Pero la música no es la única musa de M. Pujol Baladas en México. Dice el maestro: “Como hemos sido amantes tanto tiempo y nos conocemos como la palma de la mano, creo que estamos a punto de establecer una separación. Necesito y estoy sintiendo por dentro que va a pasar algo, tengo que descubrir, meterme ya en otros temas, he trabajado mucho sobre música y siento la necesidad de liberarme de esto. Pero no depende solamente de mí, sino de todo lo que me suceda, de lo que coma, beba, lo que sueñe”.
Rhapsody in Blue Gershwin, 70 x 105., técnica mixta óleo y collage
M. Pujol Baladas maneja técnicas muy personales que sin ser exclusivistas sí son propias del artista, el cual afirma con gran aplomo que el pintor tiene que ser valiente para avanzar y asumir riesgos, ya que de lo contrario se convierte en artesano de su propio arte. “Yo pinto lo que me da la gana y no me interesa que lo vayan a comprar”. Afirma que cada obra dice algo de sí mismo: “No pinto por pintar, sino para sentirme yo en la obra, pinto para vivir y vivo para pintar. Cada obra es un trozo de mi vida, tiene un título, un principio y un fin”.
Sobre los críticos y en particular sobre la crítica mexicana comenta que “cayó en gracia”. Dice el maestro que siempre ha tenido magníficas críticas, sobre todo críticas serias. “De la pintura hay que hablar con profundidad y yo he tenido esta suerte, he tenido crítica profesional”, concluye el destacadísimo pintor.
Por supuesto su obra merece un espacio igual de importante, porque su lenguaje, estética y lo revolucionario de su obra, debe ser comentado con amplitud.