Roy Lichtenstein nació en 1923, en Nueva York, en un ambiente de clase media. Su padre era agente de ventas inmobiliarias. Nada en su infancia delata al futuro creativo. De hecho, durante la secundaria no tiene contacto con ninguna disciplina artística, aunque en su casa dibuja cada vez con más frecuencia. Dibuja lo que ve y retrata a los jazzistas de Harlem y de la calle 52. Poco después descubre la obra de Picasso, y esto le da un nuevo impulso y concentra sus intereses. Decide tomar sus primeras clases de arte en un curso de verano local. Cuando termina la secundaria ya sabe lo que quiere: estudiar arte, pero para ello tendrá que alejarse de la Gran Manzana. Entre los pocos lugares que otorgan titulación en Bellas Artes el futuro creador opta por la Universidad de Ohio (EUA), donde recibe la instrucción formal como artista. De uno de sus profesores de entonces reflexionará más tarde: De lo que se trata el arte es, en definitiva, de la percepción organizada. Me enseñó la manera de abordar el aprendizaje y a mirar.
Mirror in six panels N.1 1970 Óleo y magna sobre tela, 243.8 x 274.3 cm Aquisgrán, colección Ludwing
En 1943 es reclutado por la fuerza aérea, sirve en Inglaterra, Bélgica y Alemania, aunque nunca entra en combate. Al final de la guerra se pasea un tiempo por París. Regresa a Ohio para concluir sus estudios, graduándose finalmente en 1946. En este periodo pinta obras influidas tanto por la abstracción geométrica como por el cubismo, sin ser especialmente brillante. Tras su graduación se quedará en la universidad dando clases como ayudante hasta lograr la Maestría en Bellas Artes, en 1949. Ese mismo año se casa por primera vez, y más tarde, en 1965, se divorcia. Empieza a exponer individualmente ensamblajes de madera: guerreros indios y caballeros con armadura, no acaba de encontrar su camino. Se traslada a Cleveland (EUA) donde trabaja de dibujante gráfico, mecánico, decorador de vitrinas y hasta de diseñador de chapas mecánicas. Ninguna de estas experiencias será inocua.
Artis`s studio, foot medication 1974 Óleo Y MAGNA SOBRE TELA, 243.8 x 325.1 cm Londres, Colección James y Gilda Gourlay
Entre 1957 y 1960 aparecen los primeros y todavía muy ocasionales dibujos inspirados en los cómics, el ratón Mickey y el pato Donald. Es nombrado profesor ayudante de la Rugers University en Nueva Jersey, ciudad adonde se traslada. Allí conoce el mundillo del happening (espectáculo artístico y teatral basado en la improvisación, provocación y participación del espectador) y las ambientaciones (instalaciones dotadas de luz y sonido para ser recorridas), el movimiento contracultural que se convertiría en clásico. Allan Kaprow, que también da clases en Rugers, lo presenta con diferentes creadores, interesados en un arte nuevo más vinculado con la realidad social y económica de su época, como Oldenburg, Dine o Segal, que adquirirán más tarde verdadera importancia en la historia del arte moderno norteamericano.
I Know Brad 1963 Óleo y magna sobre tela, 168 X 96 cm Aquisgrán, Neue Galerie-Colección Ludwig
Pero no todo era idealismo, el mundo desaforado del consumo estaba ahí desarrollándose a marchas forzadas, los objetos comunes y las formas de la imaginería publicitaria pugnaban por una nueva estética, alegre y simple, que rápidamente fue retomada para otorgarle rango de arte. Había deseo de ironizar en todo esto, pero sobre todo existía un fuerte imperativo de crear por y para su propio tiempo. Los museos, impelidos por una necesidad de promocionar un arte para una nueva elite, enseguida legitimarán estas muestras de arte pueril, a la vez que extraño y muchas veces hasta escandaloso. Entre otras cosas, se trataba de negar la mano del artista, distanciarse de la técnica para alejarse también del abstraccionismo de goteo y brochazo de los expresionistas abstractos de la anterior generación. Al llevar al tamaño gigante detalles muchas veces nimios de la sociedad de consumo, o los temas menos artísticos posibles, expresaba tanto un desprecio crítico por ésta como una exaltación malévola. Precisamente esta disyuntiva entre lo ya visto y lo extraordinario se funden en la obra de Lichtenstein, lo que la hace siempre llamativa y estimulante.
Femme au Chapeau 1962 Óleo y magna sobre tela, 173 X 142.2 cm Meriden (con.) colección Srs. Tremaine
De 1961 son las primeras pinturas netamente de estilo pop, con los motivos y las técnicas abiertamente inspirados en las viñetas de cómic y en los anuncios publicitarios de periódicos y revistas. Se evoca el consumismo, las mujeres y la guerra, pero estilizada. Cuando reflexionamos sobre lo que se conoce por el nombre de “Pop Art” —aunque no me gusta que se agrupe a todo el mundo y se crea que todos estamos haciendo lo mismo— partimos de la base de que estos artistas intentan crear una distancia respecto a su obra. En cuanto a mí, en mis obras quería parecer programado e impersonal, pero no creo de ninguna manera que sea impersonal cuando las realizo. Además, sería imposible.
A principios de los sesenta deja algunas de sus pinturas en la galería Leo Castelli, de Nueva York, el más importante espacio para el arte del momento, donde coincide con un Andy Warhol todavía desconocido para el gran público. Castelli acepta a Roy y desestima a Warhol. Ahí empezó su verdadera carrera como artista profesional. Lo curioso es que ambas propuestas compartían el hecho de usar el lenguaje del cómic proveniente de las historietas, el cine y la incipiente televisión. La exposición de 1962 lo daría a conocer como un artista original y muy del momento. Dos años después deja la docencia, por fin puede vivir de sus cuadros, tiene 41 años. De ahí en adelante todo es fácil y cuesta abajo.
Whaam 1963 Magna sobre tela, 172. 7 X 406.4 cm Londres, tate Gallery
El año siguiente tuvieron lugar grandes y exitosas exposiciones individuales porque el mercado estaba ahí, como por arte de magia, dirigido por nuevos ricos coleccionistas, a quienes se les había pasado por alto el expresionismo abstracto y querían legitimar su ascenso social en un Nueva York en pleno auge. En el Pop, todo les pareció fácil y accesible. Uno se enriquecía con el jabón en escamas y compraba arte basado en anuncios de jabón en escamas. Ya no había problemas con el arte difícil, ningún intervalo entre la apariencia y la aceptación: a principios de los años sesenta se estaba ensamblando la maquinaria promocional que, a finales de los setenta y en los ochenta, se convertiría en una Noche de Walpurgis de especulación frenética en un manipulado mercado del arte, apunta no sin acidez Robert Hughes en Visiones de América (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2001). Lo cierto es que una sociedad en franco crecimiento desde el final de la Segunda Guerra Mundial exigía un nuevo arte con el que identificarse, un arte vinculado a las nuevas formas de producción y de consumo. Un arte fresco, menos pretencioso y oscuro, que trate de expresar sobre todo a sí mismo, por eso los temas son lo de menos, se eligen los motivos menos artísticos para destacar la ruptura (aunque heredada) con lo anterior. El Pop aglutina a una serie de artistas que muchas veces no tenían relación entre sí. Fue una especie de ola creciente lanzada desde ambos lados del Atlántico, no por nada el término aparece por primera vez (1956) en un cuadro del pintor inglés Richard Hamilton, un collage titulado ¿Qué hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos?, que mostraba un musculoso hombretón aferrado a un fálico aspirador en el que aparece escrita la palabra “Pop”. Este arte refleja básicamente la felicidad de una época, unida a la irreverencia contra lo establecido por medio siglo de vanguardias contradictorias y muchas veces comprometidas política y socialmente. El Pop se compromete también, pero con un espacio-tiempo netamente posmoderno, sin afanes revolucionarios, por eso la ironía y el sentido del humor es ampliamente utilizado.
Yellow and Green Brushstrokes 1966 Óleo y magna sobre tela, 214 X 458 cm Francfort, Museum fur Moderne Kunst
Desde que he elegido el tema que quiero pintar dejo de interesarme por él... mientras trabajo, actúo como si realizase un cuadro abstracto. La mitad del tiempo, incluso, pongo mis telas cabeza abajo mientras las estoy pintando.
Hacia 1966 su técnica, los típicos puntos “bendei” (la trama de puntos inventada por Benjamin Day para poder imprimir, de forma barata, en la industria gráfica imágenes con tonos y sombras), se convierte en protagonista. De esa época son sus cuadros de brochazos perfectamente delineados.
Elaboré una forma con este fin, es decir, obtener algo estandarizado, un sello o una imagen. La pincelada era especialmente difícil; la idea se me ocurrió muy pronto gracias a las pinturas de Mondrian y Picasso, que llevaban inevitablemente a la idea de un De Kooning.
Curiosamente en el diseño frío de sus trabajos latía un oculto espíritu vanguardista que popularizaba el arte más avanzado. Sus versiones de Picasso o Léger son impecables y deliciosas, a la vez parodia e inspiración. En 1979 es electo miembro de la American Academy and Institute of Arts and Letters, y en 1981 el Museo de San Luis (Missouri, EUA) inaugura la primera gran antología de su obra de los años sesenta, que se trasladará posteriormente a Europa y Japón. Seis años después el museo de Arte Moderno de New York, su ciudad natal, hará una magna retrospectiva de toda su obra. No se colgó de su estilo más conocido, se atrevió a improvisar con los instrumentos que poseía. Sus últimas obras, oscilantes manchas de vivos colores que reflejan paisajes semiabstractos, siguen siendo inquietantes. Es extraño volver atrás en su trabajo y ver una coherencia soberbia de conjunto, así como también una gran humildad, para sacar el máximo provecho de su trabajo, del quehacer de un artista exquisito inserto en el arte ya clásico de la segunda mitad del siglo pasado.