Fue una helada tarde del mes de noviembre del 2008, cuando Barak Obama -entonces presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica-, llamó a una reunión urgente a su gabinete de asesores económicos. El punto sobre la mesa de discusión: las medidas inmediatas a tomarse para resarcir de algún modo, lo que ya daba visos de convertirse en la peor catástrofe financiera de todos los tiempos.
El nerviosismo se reflejaba en los oscuros ojos de Obama; no obstante dio inicio a la sesión justo después de dar un largo y pausado trago a una taza de café caliente, que con su aroma saturaba el aire del salón de reuniones.
A sus flancos se situaron Austan Goolsbee, un renombrado economista egresado de la Universidad de Chicago así como David Cutler y Jeffrey Liebman, ambos también economistas, graduados en Harvard -y el último-, exasesor en la materia durante la administración Clinton, entre otros allegados al equipo
de transición.
Luego de varios minutos de deliberaciones iniciales, el presidente número 44 de la Unión Americana preguntó a los presentes: “¿Qué es lo más efectivo que podemos hacer para reactivar de inmediato la economía de nuestro país, algo que podamos hacer en casa y no tengamos que traer de fuera, algo que dé trabajo masivo a nuestra gente y genere un efecto multiplicador instantáneo?
La respuesta no se hizo esperar, una palabra repetida simultáneamente por dos o tres de los presentes cortó en el aire, la inspiración de Obama: ¡Infraestructura!... (se escuchó de un golpe) para luego arrancar en varios de los asistentes, leves carcajadas con las que se daba asentamiento tácito a la propuesta. Luego y por separado, cada uno de los presentes expuso su visión acerca del problema y las soluciones para aquello que en los indicadores ya prometía el aumento más drástico en los índices de empleo y crecimiento económico de esa nación, desde la ya mítica Gran Depresión de 1929.
Una vez trazado el plan de trabajo, la primera semana del moribundo año de 2008, y aún antes de jurar como presidente constitucional -de la todavía nación más poderosa del planeta-, Barak Obama presentó el Programa de Gasto en Infraestructura, un ambicioso proyecto que de facto suponía la inversión más cuantiosa en la materia, desde la década de 1950 (US$700 billones de dólares), y la cual tendría como aseguró Obama, un efecto contracíclico ante la declarada fase de crisis económica que tuvo raíces en el descalabro de las multicitadas hipotecas subprime.
Para David H. Wang, economista de la Universidad de Stanford con maestría en la escuela de negocios de la Universidad de Harvard y presidente fundador de DHW Capital -una firma inversora de capital privado-, las dimensiones del programa anunciado por el (entonces) presidente electo de los Estados Unidos, se traducen no sólo en una mejora en instalaciones, que van desde escuelas públicas u oficinas federales, sino que ayudaría a su país a incrementar su competitividad de cara a la economía global, mediante la mejora de su infraestructura carretera, portuaria y aeroportuaria, de caminos, agua luz y/o servicios digitales, y aunque Wang sabía que para ello se tendría que incurrir en un déficit presupuestal, los resultados a nivel macroeconómico estarían por verse para el 2010 u 2011, “cuando nuestra economía haya recobrado el rumbo”, aseguró el experto.
Mientras tanto, y advirtiendo problemas de subejercicio en la aplicación de los recursos, Obama insertó candados a su plan de acción que prevén duras sanciones para aquellos Estados o entidades públicas que no lleven a cabo las inversiones programadas en su área, además de la eliminación de tales presupuestos en represalia a su subejercicio.
Las similitudes de este emblemático caso con respecto a las acciones emprendidas por el Presidente Felipe Calderón Hinojosa en nuestro país, no son pocas. Calderón también echó a andar un ambicioso proyecto de inversión en infraestructura con ambiciones contracíclica, que medidas las proporciones y limitantes, parecerían indicar que al igual que con el plan propuesto por el mandatario Obama, se avanza por el camino correcto.
No obstante, las mediciones a que se puede someter un estudio en cuanto a la realidad del estado del sector y la infraestructura en México, y su comparación con parangones internacionales, dejan ver que nuestro país cuenta con un enorme rezago que queda de manifiesto si apenas se muestran los datos más básicos.
Situación global
En un estudio presentado por la constructora ICA en el marco de la Reunión Nacional de Comunicaciones y Transportes -un evento de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción-, celebrada el pasado 26 de junio y presentado en voz de su presidente, Bernardo Quintana, México se ubica en el lugar 61 de entre 125 países en cuanto a calidad y eficiencia en su red de infraestructura. Un dato demoledor al respecto, dijo Quintana, lo conforman la competitividad que guarda el país en esa materia, pero sobre todo los montos destinados a la inversión en infraestructura con respecto al Producto Interno Bruto (PIB).
Al respecto, el análisis estableció que México guarda una competitividad en el rubro de 3.55 puntos, en una escala de 8 unidades como máximo. La lista está encabezada por naciones como Alemania, con 6.65 puntos; Singapur con 6.36, o Estados Unidos con 6.10 puntos.
En cuanto a las naciones latinoamericanas con un rango de comparación más cercana a nuestra realidad y que no obstante nos aventajan en el rubro, son Chile con 4.56 puntos y Panamá con 3.99 unidades. Es importante comentar que tanto Brasil como Argentina se encuentran por debajo del nivel mexicano, con 3.07 y 3.03 unidades respectivamente.
En cuanto a porcentajes de inversión con respecto al PIB de cada país, el estudio señaló que existe una relación “causa-efecto” en cuanto a la prosperidad,
competitividad y nivel de desarrollo nacional y los montos invertidos.
En la cúspide de medición, se encuentra igualmente la nación germánica con 21.60% de su PIB invertido en infraestructura, seguido de los Estados Unidos, con 16.74% o para ilustrar países en vías de industrialización, aparece de nueva cuenta Chile, con 7% y China, con una inversión de 9% de su PIB en infraestructura como promedio. En este sentido, México figura con una inversión que tan sólo alcanza el 2.7% de su PIB destinado a la misma asignatura.
Las comparaciones
Al respecto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en un estudio emitido en agosto pasado, pone a revisión las ventajas, atributos, distorsiones y carencias del país, en comparación a las naciones miembro del organismo, detalló cada uno de los renglones que mantiene a México con un potencial limitado de desarrollo, y que tienen en el rezago a algunos sectores industriales.
El documento intitulado “OECD México Economic Survey’s 2009”, establece primeramente que existe una larga lista de pendientes a ser sometidos dentro de una “reforma estructural” para poder detonar el crecimiento económico, la productividad y el empleo en nuestro país.
La lista establece que asignaturas como educación, reducción de aranceles de importación (en los casos pertinentes), transparencia en la operación gubernamental, transparencia en estímulos a la inversión y, desde luego, la inversión en el tema que nos ocupa.
La OCDE es determinante en señalar que México “desperdicia” ventajas
competitivas como la ubicación geográfica del país, la cercanía y vecindad al núcleo de consumo más importante del mundo -representado por Estados Unidos de América y Canadá-, así como la poca o casi nula explotación de tratados comerciales con otros polos económicos, y todo ello, en buena medida por un agudo déficit en la construcción de infraestructura así como las malas condiciones en que se encuentra la existente.
El documento también hace énfasis en señalar que debido al déficit en construcción de más y mejor infraestructura, se genera una brecha ya de por sí enorme, para una mayor cnvergencia con la economía norteamericana.
La oportunidad
• No sólo llevar a cabo y con éxito el Programa Nacional de Infraestructura.
• Aprovechar para desarrollar un sector de la construcción fuerte en México.
• Con empresas globalizadas líderes a nivel internacional.
• Generando riqueza y empleo local.
• Accediendo a mejores condiciones de capital, deuda, tecnología y recursos humanos.
El movimiento total de carga internacional (excluyendo petróleo y gas) se ha más que triplicado, de 7.4% a 24% del total mundial.
¿Por qué infraestructura?
•Comercio
Durante julio pasado, el Servicio de Estudios Económicos de BBVA Bancomer publicó un amplio análisis (Situación Regional Sectorial) en el que abordó profusamente el tema de Infraestructura. La primera parte fue dedicada a revisar el papel de México y la actividad del entorno internacional.
Inicialmente los datos que ofrece son contundentes: “El crecimiento económico, especialmente en países emergentes, constituye uno de los principales elementos de impulso al desarrollo de la infraestructura a nivel global. Por ejemplo, entre 1990 y 2005 la economía mundial creció anualmente a un promedio de 2.8%, aunque en los países emergentes la tasa fue superior de 4.5%”.
Durante este periodo, el crecimiento en la actividad económica ha estado asociado a la expansión del comercio internacional: entre 1996 y 2006 el volumen de comercio a nivel global creció a un ritmo superior al 6%, el doble que el PIB mundial en el mismo lapso (OMC, 2007). Además agregó que “en los últimos 15 años, la evolución de los países emergentes ha sido notable: su contribución a las exportaciones mundiales prácticamente se duplicó, al pasar del 20% a 37%; China aportó la mitad de ese incremento (Banco Mundial, 2008a). El mayor comercio se ha traducido en un acelerado movimiento de carga. Por ejemplo, el comercio mundial mediante transporte marítimo (contenedores) ha registrado incrementos anuales próximos al 10% promedio en los últimos 20 años. En este periodo, su participación en el movimiento total de carga internacional (excluyendo petróleo y gas) se ha más que triplicado, de 7.4% a 24% del total mundial. En Asia se transporta más del 50% de la carga marítima y se ubican 12 de los 20 puertos con mayor tráfico (UNCTAD, 2007)”.
El movimiento de carga en terminales portuarias guarda a su vez una estrecha vinculación con los ferrocarriles y carreteras. Entre 1980 y 2005, el manejo de carga por ferrocarril se multiplicó por cuatro veces, de 12.4 mil millones de toneladas a 50 mil millones. Por la parte de carreteras, cifras del Banco Mundial muestran que entre 1990 y 2002 la densidad promedio, medida en kilómetros de carretera por cada mil kilómetros cuadrados de superficie, a nivel global creció en un 20%, de 186 a 223 kilómetros (Banco Mundial, 2008b).
• Electricidad
En electricidad, estimaciones del Departamento de Energía de Estados Unidos anticipan que la demanda se duplicará en 2030 respecto a sus niveles en 2005, de 17,300 Twh a 33,300 Twh. El aumento vendrá principalmente por la parte de las economías emergentes, donde se estima que cerca de un tercio de la población (alrededor de 1.6 billones de personas) carece de este servicio, y el crecimiento en la demanda será del orden de 4% anual. Las mismas proyecciones advierten que hacia el 2030 las economías emergentes consumirán casi 50% más electricidad que los países miembros de la OCDE, siendo que en 2005 su consumo fue 24% menor (EIA, 2008).
La publicación de BBVA Bancomer igualmente abundó en un apartado, donde cita que “el consumo de energía ha tenido igualmente un acelerado crecimiento: entre 1980 y 2005 la generación de electricidad a nivel mundial más que se duplicó, de 8 mil terawatts/hora (Twh), a 17.4 mil Twh. La principal contribución a este aumento provino de Asia, donde el consumo por habitante creció en más de cinco veces, en tanto que en Centro y Sudamérica lo hizo en tres veces”.
• Agua y Drenaje
Los avances en el acceso al agua potable y drenaje han sido igualmente significativos. A partir de los años 80 se realizaron esfuerzos coordinados a nivel internacional para elevar la calidad y cobertura de los servicios de agua, especialmente en los países en desarrollo. El resultado fue que, para finales del siglo XX, dos mil millones de personas a nivel mundial obtuvieron acceso por primera vez a agua potable y mil 500 millones a drenaje. Pendientes de atender quedaron aún alrededor de 2 mil 400 millones de habitantes -80% de ellos en el sector rural-, lo que representa el 36% del total de la población mundial (OCDE, 2006).
•Aeropuertos
En aeropuertos, estimaciones de Airports Council International advierten que el tráfico aéreo más que se duplicará en el transcurso de las próximas dos décadas, de 4 mil 800 millones de pasajeros en 2007 a 11 mil millones en 2027. Este organismo, anticipa que antes de 2025, Asia habría superado a Norteamérica tanto en términos de movimiento de carga como de pasajeros. Beijing por ejemplo, se ubica ya entre los primeros diez aeropuertos del mundo, cuando en 2000 no figuraba aún entre los primeros 30. En carga, Shanghai y Dubai ocupan las posiciones 6 y 17, cuando en 2000 ninguno figuraba entre los 30 más importantes (ACI, 2008), señaló el estudio de BBVA Bancomer.
• Agua
En agua, la meta de las Naciones Unidas es reducir a la mitad la población que carece de servicios de agua potable y drenaje hacia 2015. Con ello, más del 90% del crecimiento en la demanda de agua para consumo residencial provendrá de los países en desarrollo (Dieterich, 2003).
• Telecomunicaciones
La firma de servicios bancarios también detalló que “no es una exageración decir que en las últimas décadas, las tecnologías de la información y comunicaciones han transformado al mundo. A partir de 1980 han ocurrido importantes avances en esta industria, todas con fuertes implicaciones para la economía global: privatizaciones de empresas de telefonía fija, el surgimiento de Internet y la telefonía móvil.
Aunque los países industrializados han logrado mayor avance en el desarrollo de las telecomunicaciones, en los emergentes también se ha observado un impulso significativo. Mientras que en 1980 sólo un 20% de las líneas telefónicas se ubicaba en países en desarrollo, para 2005 la proporción alcanzaba el 60%. Para la región de América Latina, los suscriptores de telefonía fija y móvil pasaron de niveles de 6 por cada mil habitantes en 1990 a 72 en 2006, es decir, la penetración se multiplicó por once veces; para México este indicador aumentó en diez veces, de 7 a 74.
La liberalización de la industria a su vez ha sido el catalizador de la inversión en el sector. En 2006, de entre las 50 empresas multinacionales más importantes a nivel mundial dedicadas a la infraestructura, 22 correspondían al sector de las telecomunicaciones, y el valor de sus activos, alrededor de 1.5 billones de dólares, representaba cerca del 50% del total, del orden de 3 billones (UNCTAD, 2008).
¿Cuánto se necesita?
Una vez observado el panorama internacional y los efectos a nivel individual, la pregunta es: ¿Cuánto deberían dedicar los países en desarrollo para ponerse al día con el mundo desarrollado?
De acuerdo con estimaciones del banco de inversión Goldman Sachs, los BRICs (el bloque de países en alto crecimiento formado por Brasil, Rusia, India y China) deberán invertir más de dos veces el valor de su PIB (del orden de 4.5 billones (millones de millones de dólares en 2005) para alcanzar los niveles de infraestructura que tienen en la actualidad los países industrializados (a partir de una comparación con los miembros del llamado G6), que a los ritmos de crecimiento observados tomaría
alrededor de 25 años.
Por su parte, para el grupo de países atrás de los BRICs, el llamado N-114, donde se incluye a México, alcanzar el nivel de infraestructura de los BRICs implicaría inversiones del orden de 1.7 billones de dólares (60% del PIB en 2005), y podrían lograrlo en un lapso de 10 a 15 años (Goldman Sachs, 2006).
Conclusiones
Como cierre de este trabajo, el director general y presidente del Consejo de Administración de BBVA Bancomer, Ignacio Deschamps expone los puntos por los cuales deberían de enfocarse las baterías del desarrollo del país, a la par de la generación de infraestructura:
Primero: Ante su fuerte rezago, la infraestructura es un claro detonante del desarrollo en México. De corto plazo atrae inversión, genera empleos y tiene un efecto multiplicador al interior de la economía; pero más importantes son sus efectos de largo plazo, al aumentar la productividad y estimular la creación de nuevos negocios. La experiencia de muchos países, incluido el nuestro, es elocuente sobre la diferencia que implica el contar o no con una infraestructura moderna y adecuada. El aumento de la inversión en infraestructura de calidad debe ser un elemento central para incrementar el crecimiento potencial
del PIB en México.
Segundo: La infraestructura bien llevada a cabo representa por sí misma una atractiva oportunidad de negocio. Con reglas claras, transparencia en los proyectos y esquemas de valuación adecuados, los proyectos de infraestructura pueden contribuir a diversificar el riesgo y ofrecer, en un horizonte de largo plazo, niveles de rentabilidad atractivos para los inversionistas. En México se han sentado ya las bases para estimular la inversión en infraestructura a través de fondos institucionales, un camino que sin duda puede aportar importantes beneficios.
Tercero: Dar prioridad al desarrollo de infraestructura implica un avance en la calidad y ejercicio del gasto público. Claro que debe ir acompañado de transparencia y reglas que comprometan a una efectiva rendición de cuentas, pero es mucho más eficiente el gasto de inversión que el corriente, o los subsidios, transferencias, sueldos y costos administrativos del gobierno. El avance que se puede realizar en esta materia a nivel estatal y municipal es muy significativo.
En síntesis, la infraestructura representa para México una gran oportunidad; las inversiones en esta materia serán fundamentales tanto para salir con mayor rapidez de la recesión como para asegurar un crecimiento más elevado y sostenible hacia el mediano plazo.