Para muchos sectores de la sociedad, entre ellos el empresarial, es bien sabido que actualmente en nuestro país podemos hablar del “mexican moment”. Es decir, ese momento que al conjugar factores tales como una macroeconomía estable, un bono demográfico constituido en un buen porcentaje por jóvenes, una ubicación geográfica estratégica para las relaciones comerciales y una cantidad importante de tratados de libre comercio, colocan a nuestro país en el foco internacional al tener un alto potencial para convertirse en una de las economías más importantes del mundo.
No obstante que estamos al tanto de esta serie de factores positivos, sabemos también que para echar mano de ellos con el objetivo de potenciar el crecimiento y desarrollo económico de México, es necesario realizar acciones concretas en ciertos aspectos de nuestro marco legislativo para otorgar a la industria privada mayor independencia y un margen de participación más amplio en el progreso del país.
Estos esfuerzos los hemos ido viendo cristalizarse de manera paulatina con las aprobaciones de una serie de reformas estructurales como la educativa, financiera, hacendaria, etcétera, que tienen por objetivo sentar las bases que permitirán la transformación profunda de México.
En este contexto no sólo se da un gigantesco paso más --sino quizá uno de los más importantes-- que es la recién aprobada reforma energética la cual tendrá sin lugar a dudas grandes efectos positivos en el escenario nacional e internacional y traerá enormes beneficios a distintos actores sociales.
La reforma energética viene a establecer un modelo legislativo que permite la inversión privada en recursos energéticos, abriendo al país hacia una inversión de capital extranjero. Promover este intercambio comercial es un aspecto muy positivo, pues
la entrada de nuevos competidores en este sector redundará en mejores precios de los productos finales que se ofrecen. El ejemplo más claro lo tenemos en el gas y en la luz. Si abres tu mercado a nuevas inversiones, generas mayor competitividad y con ello costos más bajos. Y cuando las familias mexicanas tienen acceso a estos recursos con precios más accesibles que los fijados con anterioridad, su poder adquisitivo se ve beneficiado, pues al ahorrar costos en estos servicios están en posibilidades de destinar ese remanente a otro tipo de gastos.
En la misma línea, con la puesta en marcha de la reforma energética hay beneficios muy concretos que van a ser importantes para el desarrollo del país, por ejemplo, la inversión que se realizará en los activos que entrarán en operación, nuevos yacimientos, gasoductos, nuevas plantas de gas de ciclo combinado, entre otros. Con el desarrollo de esos activos se van a generar miles de empleos mejor pagados, nuevos emprendedores, esto representa un gran nicho de oportunidad para la promoción y generación de nuevas pequeñas y medianas empresas, que a su vez tendrán más apoyos en la búsqueda de financiamientos.
Es decir que muchos mexicanos estarán en posibilidad de establecer fábricas y vender sus productos a un costo más barato, hecho que dará un impulso muy fuerte a la industria manufacturera para que sea cada vez más potente. Actualmente, México exporta más productos manufacturados que el resto de América Latina en conjunto y con el empuje que se dará a partir de todo el movimiento económico que generará esta reforma, el panorama es aún más alentador.
Poner la reforma en acción se traducirá en el desarrollo de grandes obras en diversos puntos del país, como puertos, aeropuertos, carreteras, trenes de pasajeros entre ciudades, es decir, poner en marcha el ambicioso plan nacional de infraestructura que México tanto necesita para abrir nuevas rutas comerciales, dotar de mejores servicios a sus habitantes para mejorar su calidad y nivel de vida. Porque al abrir el país al capital extranjero, promover la creación de pequeñas y medianas empresas, la necesidad de contar con una potente red de infraestructura por la que pueda moverse todo este flujo de personas y mercancías, se hace inminente. Si queremos ser más competitivos tenemos que contar con mayor y mejor infraestructura energética, así que habrá muchos asuntos que atender de manera simultánea.
El tema del desarrollo de infraestructura es uno de los temas centrales, pues si atendemos a una visión integral, fácilmente nos percatamos de que el desarrollo de infraestructura impacta positivamente en aspectos sociales. Cuando existen carreteras, centros comerciales, puentes, cuando se facilita el acceso a todos los servicios públicos y privados, la brecha entre el rico y el pobre se reduce significativamente. El poder transportar alimentos hacia una localidad por mejores carreteras -reduciendo costos-, poder beber agua limpia, contar con mejores sistemas de drenaje, contar con centros comerciales que oferten mayor variedad de precios y productos, o contar con centros de salud, es como se aminora la desigualdad económica y social.
Por otro lado, con la reforma energética se influirá positivamente en miles de jóvenes que se encuentran en el momento de decidir qué estudiar, pues con ello se abre un gran nicho de oportunidad a todas las ingenierías relacionadas con el sector. A su vez, al generar nuevas fuentes de empleo, estos profesionales de la ingeniería serán altamente demandados, lo cual es una muy buena noticia tanto para los mexicanos que estén por iniciar sus estudios en estas áreas como para los que anualmente egresan de estas carreras. Con ello sabemos que tenemos el talento que necesitamos de
cara a esta nueva etapa llena de desafíos.
Por todo lo anterior y en congruencia con lo expresado por el Gobierno Federal, democratizar la productividad del sector energético se traduce en incluir en su ciclo económico a todos los mexicanos, pequeños, medianos y grandes empresarios, familias, jóvenes estudiantes, niños, políticos y un sinfín de figuras que participamos activamente en las construcción de un México diferente. Como se ve, es un ciclo virtuoso que sin duda nos confirma que vamos por buen camino.
Texto:Alonso Quintana
Foto: ICA