El Comité Asesor de Seguridad Estructural sesiona desde hace 32 años. Además de coordinar las actualizaciones al reglamento para construcción, advierte las tareas que se deben atender de manera urgente ante otro posible sismo.
El daño a una estructura inmobiliaria depende de varios factores. Del tamaño del temblor, de la ubicación del epicentro que impactará a la estructura, del tipo de suelo de donde se halla, y del edificio en sí en cuanto a tamaño, el material con el que está construido así como su mantenimiento. Ante ello, ¿qué sucedió con el temblor del 19S, que ocurrió a 120 kilómetros a diferencia del ocurrido el 7, que ocurrió a 700? La diferencia fue que la aceleración afectó de manera importante a la Ciudad de México.
El suelo responde distinto a cierto tipo de temblores. La ciudad se hizo en la zona de los barrancos de los antiguos lagos y sobre la ribera. El reciente sismo provocó que los inquilinos alojados en la franja norte-sur, que además tiene características de mala estructuración, con detalles no apropiados para enfrentar temblores, hizo que sus habitantes sufrieran más y por ello los colapsos están ubicados en esa franja.
Si ocupo la Torre Latino en zona de terreno duro, por ejemplo, responderá más favorablemente que en la zona del aeropuerto. En esta última seguramente tendría daños, porque el edificio liberaría vibraciones en un periodo similar ahí; entonces se acoplan esos movimientos y eventualmente pueden presentar mucho daño las estructuras.
Si coloco una casa rígida llena de paredes, por ejemplo, en la zona del aeropuerto, sería como estar en un barquito. Navegará, se va a mover y no le pasaría nada. A diferencia de poner una casa de dos pisos de adobe en, por ejemplo, la zona central de Oaxaca. Ya sabemos lo que pasa: se cae.
Reglamentación a través del tiempo
El temblor del 19S fue un ejemplo de lo que sucede cuando no se cumple un reglamento. En el caso de los tres colapsos con la estructura diseñada posterior a 1985 son estructuras en las cuales hay errores de diseño y de construcción que claramente los llevó al colapso. Ello contrasta con los edificios que se construyeron bien, donde se nota que cuando menos hay un buen tamaño de elementos, buen mantenimiento y una buena construcción.
Tenemos además el reto de los edificios que se nos dañaron en este temblor, para lo cual se desarrolló una décima norma, que es nueva, y que es la única norma que se desarrolló ciertamente para este caso. Ésta establece los requisitos y criterios para cómo se debe reparar, y una vez que ya lo tienes reparado, darle mayor resistencia y rigidez a la estructura para que actúe mejor ante un futuro temblor.
Los reglamentos de construcción en México tienen una historia relativamente reciente en comparación con otros países. Desde los años 40 es cuando hay un reglamento formal. Después de dos temblores significativos (del 57 y 85) se realizaron estas normas.
El reglamento de los años 70 —de hecho en 1975—, estableció el modelo actual de reglamento de la ciudad que ha funcionado transformablemente bien. Desde ahí se le denomina propiamente reglamento a una serie de normas técnicas complementarias a nivel técnico-ingenieril, como las normas de lectura de concreto, lecturas de mampostería, de acero, diseño por sismo, hasta completar ocho de éstas.
La última revisión se inició en 2011 y se tenía antes del temblor reciente con una avance para estas ocho normas de entre 90 y 95%. El evento del 19S fue una cicatriz para que los grupos de trabajo terminen estas normas, y de hecho se las entregamos al jefe de gobierno al inicio del mes de noviembre.
Por otro lado, el Reglamento de 2016 establecía una revisión por parte de los corresponsables de seguridad estructural de proyectos para un edificio. Esto tuvo algunos inconvenientes en la parte operativa, por lo que se permitió una novena norma técnica complementaria acorde a esta revisión y dictamen de la seguridad estructural de una edificación.
Lo que ha marcado la diferencia a nivel internacional, no es tanto la calidad del reglamento, sino su observancia. Debemos buscar reglamentos sencillos, fáciles de comunicar, y sobre todo, que se cumplan.
Crisis con DRO
Los reglamentos de construcción reconocen divisiones de suelo en el Valle de México, desde el punto de vista de la cimentación y el tema sísmico. Una novedad será que la norma será más vivencial por zonas, ya que se entrará a un sistema de cómputo, donde automáticamente se nos dirá qué tan intenso es el sismo ahí, para no tener que subzonificar, y edificar de manera acorde. Recordemos que el suelo es muy heterogéneo en esta zona.
En el caso de los Directores Responsables de Obra (DRO) así como los Corresponsables, hay una enorme crisis por su desempeño. Se ha dicho que este sistema no funciona. Pero originalmente estos peritos del gobierno del Distrito Federal revisaban planos y toda la construcción.
Pero fue un sistema que se corrompió. Ante ello, se decidió desmantelar lo que se hizo en el reglamento de 1987, para darle a los profesionistas, llamados desde ese entonces DRO y a los corresponsables de manera estructural, esa responsabilidad y hacerlos auxiliares de la administración. Era lógico. Si ellos iban a hacer su trabajo como profesionistas honorables, se necesitaría del gobierno. Lo que resultó fue que no todos los DRO ni los corresponsables hicieron bien su trabajo.
Por otro lado presentamos una heterogeneidad a nivel técnico en la CDMX. Lo vivimos ahora con las evaluaciones de edificios. Edificios que un DRO ponía en rojo, cuando inspeccionábamos el edificio, buscábamos la grieta que lo hizo evaluar así y no tenían esa característica, salvo que se había desprendido algún acabado. Ante ello, tenemos el reto de mejorar su nivel y a la vez, hay que contar con más de ellos. Por otro lado debemos ir depurando la lista de los DRO firmones, porque sí los hay.
Generar la rectificación
En la capital hay más de 1,500 edificios de concreto. La problemática es que éstos se pueden llevar hasta 25 años para rehabilitarse. En el caso de la Ciudad de México, nuestros edificios vulnerables son de concreto y acero previos al temblor de 1985. Son edificios de los años 60 y 70 sobre todo.
Se necesitaría generar un programa de rectificación para que todos los edificios vulnerables cumplan con el nuevo reglamento. Ahora, ¿por qué es nuevo reglamento? Porque ahora tenemos más información que podríamos tener un gran sismo proveniente de Guerrero. Antes no contábamos con ese conocimiento. Ante ello, hay que ver que la estructura de cierta edificación tenga un mejor comportamiento, y se buscará otorgar una serie de incentivos —entre ellos primas de seguros— para que se puedan implementar.
¿Va a tener un costo? Claro. Eso es parte del meollo del problema: cómo se va a pagar. Evidentemente no lo hará el gobierno, sería imposible, y además eso no le corresponde. Si se estimula el programa, tendrían que participar los desarrolladores de los edificios y los dueños de éstos, y en muchos casos la decisión será tan básica como decir: “¿qué quiere usted? ¿Estacionamiento en la planta baja o que se le caiga el edificio y se muera la gente?” Así de crudo es el asunto.
En lo personal, prefiero sacrificar espacio de estacionamiento a que se me caiga el edificio. Ese no es un tema trivial. Desde el ámbito académico se puede generar una conciencia y un plan que nos tomaría 25 años, pero si no hacemos algo, no vamos a hablar de centenares de muertos, sino tal vez de miles.
Ejemplos de actuación mundial
Un ejemplo lo tenemos en la ciudad de Los Ángeles, donde después de un estudio muy exhaustivo , y tomando en cuenta lo que sucedió en México en 1985, la ciudad aprobó un programa de refuerzo de edificios. Ellos se dieron cuenta que una ciudad con el tamaño y sus complejidades también podría sufrir si no intervenían cuando antes su inventario de edificios.
Hicieron un análisis —que tenemos que hacer en México— de cuáles edificios son los más vulnerables. Encontraron que contaban con 15,000 edificios mal hechos, que eran edificios de madera, con departamentos de dos a cuatro pisos con la planta baja igualmente abierta para los estacionamientos, que son los prototipos que detienen estas estructuras y que fácilmente fallan. La enorme ventaja es que reparar edificios de madera es muy económico y sencillo.
En el caso de Chile, si bien somos países comparados culturalmente y en desarrollo, a ellos les sucede un temblor de magnitud de 8 grados cada cinco años. Esto hace que los colegas no bajen la guardia, porque saben que la vida útil de un edificio es de 50 años, por lo que van a tener 10 temblores durante esa vida útil.
Los chilenos redactan normas muy estrictas; construyen con un montón de muros en los edificios. Hay que decir que el suelo para la cimentación de los edificios nuevos no es nada comparable con lo que tenemos en la Ciudad de México. Los costos aquí son un robo, ya que son de capacidad de carga muy baja. Además a nosotros nos tiembla cada 30 años, digamos, cosa del destino. Y en 30 años la gente olvida cosas; hay que aprender de los demás ciertamente, pero hay que buscar adaptar esas lecciones a los casos en México.
Llamada de atención
Los dos temblores del 7 y 19 de septiembre son las primeras llamadas de atención. Nos puede venir un tercer sismo de Guerrero con consecuencias muy distintas; tenemos que anticiparnos. Tenemos que desarrollar una política de Estado para la Ciudad de México y para el país.
Debemos pasar de la atención de la emergencia a la verdadera prevención. Necesitamos hacerlo con una consciencia de resiliencia. Tenemos que identificar cuales son nuestras prioridades de intervención en escuelas, hospitales, mercados y puentes. Tenemos que diseñar programas de inversión con recompensas en términos de ahorros. Las pérdidas humanas y heridos no se pueden cuantificar, pero sí tenemos que atender este asunto, ya que es de supervivencia.
Revisar lo vulnerable
Por otro lado tenemos un paquete inmobiliario importante, que son los edificios dañados en los años 30, 40, 50, 60 y 70 que no cumplen con las normas actuales. No implica que requieran reforzarse todo, pero sí es necesaria una revisión.
Por cierto, no es necesario revisar toda la ciudad. Lo que sí se debe es revisar la tipología, tipo de edificio, época de construcción, lugar donde están ubicados, cuáles son los más vulnerables y para eso hay que tener en un programa de mediano o largo plazo.
Recordemos que el reglamento no solamente protege a la ciudadanía, también proteger al Estado. También es importante para los propios desarrolladores y constructores, para que en las reglas de juego se refleje todo en lo que deben participar correctamente.
Transparencia en recursos
Algo que es muy importante es el ejercicio de transparencia y rendición de cuentas para que la gente sepa cómo se está gastando el dinero. Para el caso de los 68,000 millones de pesos asignados, hay 48,000 que anunció el presidente, más 4,000 del sector privado y 16,000 que pondrá el sector asegurador a través de pólizas con las que se están cubriendo los daños.
En el ámbito de las escuelas hay un mejor control porque no intervienen los estados y lo hace directamente la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la rehabilitación de 15,000 escuelas. Para monumentos históricos hay alrededor de 1,800 millones para cientos de monumentos históricos, pero creo que es una cantidad muy volátil, porque la reparación de las iglesias, por ejemplo, no sería igual una con otra. Creo que mucho se van a ir en salarios locales de la gente que autoconstruye o reconstruye.
Urge tecnología
Para los desarrolladores, el llamado es para actuar con mayor responsabilidad. Así como tenemos heterogeneidad en los Corresponsables y en los DRO, hay cierta heterogeneidad en los constructores. Hay quienes son muy responsables al desarrollar un bien inmueble; contratan a los mejores ingenieros, arquitectos y constructores para que su responsabilidad en caso de un sismo como éste quede resuelta satisfactoriamente. Se dice fácil, pero lamentablemente no ocurre con muchos desarrolladores como lo hemos visto, que todavía están reparando los edificios con pinturita y además, los siguen vendiendo así. Eso es irresponsabilidad.
Estamos hablando de vidas, no de perder un refrigerador o la estufa. Los sismos contienen una característica de trauma e impacto hacia la sociedad que no tiene ningún otro fenómeno natural.
Por otro lado, si se colapsan edificaciones, hay que utilizar las mejores tecnologías para retirar los escombros. Ahora que llegaron los israelíes nos dijeron que hay equipo más moderno, ya que estábamos retirando los escombros como hacía 32 años: a picos y palas. Ni los egipcios hubieran hecho eso. Para eso hay barras de concreto, que parten las losas en tramos más pequeños, o que levantan las losas, obviamente teniendo cuidado de que no haya alguien atrapado, para que no le vayas a cortar la pierna.
La verdad es que vivimos en un país muy tropical, improvisando al momento. Y si en un sismo que llegara a ser incluso superior al del 85, que nos dañe 1,000 edificios, ¿cómo le vamos a hacer?
Lo que se nos colapsó, que no nos vuelva a suceder. La pregunta que debemos hacerle a la ciudadanía es ¿quieren que nos vuelva a ocurrir? La respuesta racional por supuesto sería que no.
Texto Sergio Alcocer
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