Luego del terremoto del 19 de septiembre de 1985, México avanzó mucho en temas de prevención y reacción inmediata ante las emergencias. Sin embargo, a nivel internacional hay experiencias que se enfocan no solo en reaccionar, sino en revitalizar la economía.
A nivel mundial hay países que por diversas circunstancias, son víctimas frecuentes de desastres naturales y los protocolos que aplican previos y posteriores a éstos pueden enriquecer a México. Estudiamos casos como los de Estados Unidos, Japón, China y Chile, porque son países que suelen sufrir catástrofes naturales similares a las de nuestro país; nos referimos no solamente a terremotos, sino también a inundaciones, huracanes, ciclones y tsunamis, entre otros.
ESTADOS UNIDOS
Iniciamos con Norteamérica. Ahí se identifica una agencia enfocada exclusivamente a los desastres naturales que es la Federal Emergency Management Agency (FEMA, por sus siglas en inglés).
Esta Agencia Federal para el Manejo de Emergencias cuenta con diversas fases de actuación ante los desastres, que considera los diversos ciclos de cada uno de éstos. Inicia con la básica, que es la prevención; prosigue con la de ejecución o recuperación inmediata.
En ese país se han enfocado mucho en las dos primeras etapas. Cuando hay un desastre natural, a través de FEMA, en automático se despliegan los planes que ya están preparados, listos. Llegan al lugar del desastre o siniestro con oficinas móviles (que se pueden considerar como centros de administración de una crisis) para coordinar las labores requeridas en un desastre, para resolver la situación, no solo desde el punto de vista de salvar vidas, sino de brindar asesoría posterior a los afectados.
Por ejemplo, tiene un acuerdo con las aseguradoras y se ofrecen cuotas especiales de seguros. Un afectado puede aplicar para estos seguros a través de la página de FEMA. Cuando ya pasó el desastre, incluso una persona en lo individual puede aplicar para obtener un apoyo gubernamental en efectivo.
Además, cuentan con un elemento distintivo a nivel mundial, una aplicación —que se descarga en el smarthphone— y una página de internet que tiene toda la información que se requiere en tiempo real. Algo que sucede frecuentemente en estas situaciones es que hay mucha información distorsionada, y lo vivimos en México: “que se está incendiando tal cosa, que aquí se están robando no sé qué, que aquí se necesita mano de obra o que hay otro colapso”.
A través de esta aplicación se puede consultar la información real en línea, por ejemplo, dónde están los registros de los centros de acopio, dónde están los refugios o dónde canalizar los apoyos, etcétera. Aquí la tecnología proporciona mucho apoyo y respalda bastante bien. Esta agencia cuenta con un funcionamiento permanente.
JAPÓN
Japón, que es una zona altamente sísmica y cuenta con alto riesgo de tsunamis, ofrece casos como la experiencia de Fukushima, donde aplican planes de mediano plazo, pero sobre todo de largo plazo, en los que se busca, en primer lugar, revitalizar la economía de la zona.
No solamente se enfocan en cómo hacer para rescatarla físicamente, sino cómo se debe revitalizar la economía y construir mejores ciudades que las que se tenían antes. Aprovechan la situación como una oportunidad para hacer las cosas mejor.
Algunas experiencias de esta nación destacan la creación de equipos de expertos para asesorar a pequeños negocios afectados y a las autoridades locales para reactivar las dinámicas microeconómicas fundamentales de las zonas afectadas lo antes posible. Por ejemplo, en Fukushima, 4,700 pequeños negocios recibieron servicios de consultoría para lograr la actividad post-terremoto.
Algo que distingue a los japoneses es que los esfuerzos de reconstrucción siguen un plan estratégico de reconstrucción con indicadores de desempeño claros al corto y mediano plazo.
CHILE
Chile es uno de los países con más actividad sísmica del mundo, por lo que la mayoría de sus construcciones son edificadas de acuerdo con normas severas. En 2010 sufrió un terremoto de magnitud 8.8, seguido de un enorme tsunami, que causó 526 muertes y la destrucción de 220,000 viviendas.
En este país sobresale el hecho de que han elaborado planes específicos para algunos desastres, por lo que se han dado a la tarea de crear pequeñas comisiones.
Se crean equipos de trabajo y a cada uno se les asigna la solución de un desastre en particular y se implementa la atención.
OPORTUNIDAD PARA MÉXICO
Si bien en México se ha avanzado mucho en temas de desastres, la mayoría de las actividades se enfoca en la prevención (Cenapred: Centro Nacional de Prevención de Desastres) y en reacción o rescate (Plan DN-III de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina); aún quedan áreas de oportunidad para las etapas posteriores.
Una gran área de mejora, sería contar con un Programa Nacional de Reconstrucción, enfocado en revitalizar la economía que se dedicará no solo en reconstruir o restituir lo que existía previo al desastre, sino también aprovechar la crisis como una oportunidad para levantarnos reforzados.
El primer gran temblor del que se tiene registro fue en julio de 1957, cuando ocurrió un fuerte sismo en la Ciudad de México, luego vino el del 19 de septiembre de 1985 y ahora vivimos dos recientemente. Por ello nos preguntamos cuántos años han pasado y aún no hay una agencia o una institución en México encargada de atender esta emergencia bajo una visión de integralidad, desde el aspecto económico para encargarse de la activación de la economía en la zona afectada, aprovechar la reconstrucción y apalancarse en modelos innovadores como las ciudades inteligentes (smart cities); por qué no hay un sólido respaldo tecnológico, y por qué no se ponen instrumentos financieros a disposición de la gente.
Sobre todo, cada una de estas actividades debe contar con una planeación previa, y no fungir únicamente como medidas de mitigación que desaparecen una vez pasada la emergencia.
Lo que vemos en México son dos puntos críticos fundamentales. El primero es que no nos enfocamos en las etapas siguientes al periodo de emergencia; el segundo, que no nos apalancamos en tecnologías, ni en instrumentos financiero innovadores.
Algo relevante de mencionar, fue la gran reacción por parte de la sociedad, miles de personas salieron a brindar apoyo; fue tanta la gente que se cayó en la desorganización y se pidió incluso que no llegarán más voluntarios.
Podríamos impulsar una especie de certificación exprés, donde la gente que quiere ser voluntaria tome un curso de determinado tiempo para que cuente con un conocimiento previo sobre la manera de actuar, cuando pase algo, con un conocimiento mínimo sobre cómo actuar, cómo coordinarse con las autoridades, cómo realizar tareas; esto haría más eficiente la colaboración ciudadana, que es un gran activo.
COORDINACIÓN UNIFICADA
Considero que podemos mejorar en institucionalizar la respuesta ante desastres. En el pasado sismo, se asignaron poblaciones específicas a secretarías de Estado concretas, las cuales están haciendo una gran labor de gestión: sin embargo, al estar enfocadas en esto, podrían descuidar sus labores diarias; como decimos en los negocios, enfocarse en desastres, no es el core business de las Secretarías de Estado.
Contar con un documento rector, o institución, que impulse las actividades posteriores al sismo, permitirá tener una solución homologada, enfocada no solo en volver a la normalidad, sino en mejorar.
Existen muchos esfuerzos, como la aplicación del gobierno de la Ciudad de México (Zello), que es una gran iniciativa, pero que necesita ser parte de una estrategia integral para maximizar su potencial, más aún, tomar esta iniciativa para otros estados o a nivel federal.
Hay que recordar que en el sismo del 19S, sobraba ayuda en las zonas afectadas del centro de la CDMX, pero al principio, los pueblos originarios de Xochimilco con afectaciones carecieron de ayuda.
En Estados Unidos o Japón, la agencia responsable atiende básicamente cualquier tipo de desastre, por ejemplo una erupción volcánica, huracanes, ciclones, tsunamis o terremotos.
Es importante recalcar la diferencia entre institucionalizar y burocratizar. Se tiene una razón de ser y debe justificarse. Hay un costo-beneficio importante ahí, se trata de coordinar esfuerzos, no de entorpecerlos.
También considero que va de la mano el tema de resiliencia con infraestructura. Cada vez que llega un huracán, por ejemplo, se vienen abajo carreteras, puentes e infraestructura y hay que volver a construir; quizá valdría la pena revisar las normas de construcción para ciertas zonas, de manera que la infraestructura esté preparada para resistir este tipo de desastres.
TOMAR EN CUENTA CORRUPCIÓN E IP
Luego está el tema de la corrupción, aunque no nos guste hablar de éste. El reglamento de construcción en la CDMX se modificó y reforzó a causa del terremoto de 1985, sin embargo, existen casos de corrupción con el objetivo de no obedecer dicho reglamento; por eso hay edificios nuevos que se caen.
En nuestra evaluación, observamos una gran oportunidad para llevar a cabo todos los ajustes que se requieren. En México nos emocionamos mucho en el momento, pero si no aprovechamos esta oportunidad, vamos a volver a dejar el tema de lado.
En forma global, considero que este es un tema que involucra tanto al sector público como al privado. El primero puede trabajar a nivel federal o estatal; si a nivel federal no hay una agencia, una autoridad, posiblemente en los estados que sufren este tipo de desastres pueden crear sus propios mecanismos y no tienen que esperar la respuesta del Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
Incluso, como opción, se podría constituir una asociación público-privada para prevenir estas situaciones, y tal vez se realice un contrato para que el mismo sector privado se reconstruya y se le pueda concesionar cierta infraestructura. Se trata de buscar una estructura financiera nueva a nivel estatal, sin esperar que todo venga del Gobierno Federal.
Churchill decía que “Un optimista ve una oportunidad en cada problema, un pesimista ve un problema en cada oportunidad”. No debemos pensar si volverá a temblar o no, es seguro que volverá a pasar, la pregunta es cuándo. Podemos aprovechar este tiempo para prepararnos, para hacer de esta catástrofe una oportunidad, pensando no solo en levantarnos, sino cómo fortalecernos. O
Texto Eduardo de la Peña
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