El término ‘micromovilidad’ ha existido durante décadas; sin embargo, fue la bicicleta el medio transporte urbano más innovador, desde la aparición del auto. Ante esto, Horace Dediu, analista y defensor de la micromovilidad, define el término como: “vehículos de transporte urbano orientados a los servicios públicos, la mayoría de los cuales son eléctricos y que pesan menos de 500 kilogramos”.
Estos ‘minivehículos’, impulsados por baterías, se unen además a otros dispositivos con ruedas que regula la Comisión de Seguridad de Productos del Consumidor (CPSC), en Estados Unidos. Actualmente, la micromovilidad abarca flotas compartidas de vehículos pequeños como bicicletas, bicicletas eléctricas y scooters eléctricos, con una popularidad al alza: en 2018, se realizaron 84 millones de viajes en bicicletas y scooters compartidos en EU, lo que duplica su uso respecto al año anterior.
No obstante, a medida que la adopción ha aumentado, también lo han hecho los accidentes por su uso. Múltiples hospitales norteamericanos han documentado tasas alarmantes de hospitalización como resultado de accidentes con scooters. El modelo de negocio -en el que los scooters se colocan en las calles públicas y que pueden ser desbloqueados por cualquier persona con un teléfono inteligente-, significa que muchos usuarios cuentan con poca o ninguna experiencia en su conducción.
Prueba de ello fue la suspensión de los servicios de la empresa Lyft en abril de 2019. La firma es el mayor operador de bicicletas compartidas en Norteamérica, cuya prohibición para salir de las calles de Nueva York, San Francisco y Washington, DC, fue debido a las amplias denuncias de usuarios por diversos medios de comunicación, en los que se reportaron defectos de freno en la rueda delantera.