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Basado en el lenguaje de la arquitectura y el juego de luces, Daniel Libeskind diseñó la Silla Boaz: una entidad independiente que crea un ambiente de elegancia a su alrededor, abriendo un mundo de imaginación y posibilidades.
La tapicería de cuero, el marco de acero y su forma estructural evocan un alto grado de sofisticación, afirmando Libeskind que el proceso creativo de ésta fue tan serio y complejo como diseñar un edificio.
La estructura de Boaz es una composición integrada, ya que además de ser una mercancía, también forma parte del entorno. Es una entidad funcional que tiene que ser adaptable a cualquier usuario, cualquiera debería encontrarla extremadamente cómoda.