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En un abrir y cerrar de ojos, pasaron tres meses en un auto confinamiento relativamente voluntario por la pandemia del Coronavirus conocido como COVID-19.

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Mientras miles siguen viviendo bajo la histeria colectiva del contagio, sabiendo que el riesgo crece, pues con mayor frecuencia conocemos de alguien que ya dió positivo a la prueba, otros muchos, ya están hartos, cansados, pero sobre todo desesperados por salir a hacer “una vida normal”, sin saber a ciencia cierta, lo que en realidad les espera allá afuera, en un mundo en el que minuto a minuto se transforma la “nueva normalidad”.

Mientras yo, sigo preguntándome sin lograr encontrar la respuesta, ¿cuál es la lección?, ¿qué nos ha querido enseñar nuestro Dios? Y es que a mis cincuenta y un años de edad, creer en el azar cósmico me resulta impensable, sobre todo ante la evidencia que tengo de la presencia de un poder superior en mi vida.

Son tantas las hipótesis y teorías que podemos hacer del origen, causas y efectos del famoso virus, que entre más información recibimos crecen las posibilidades, y es que todas caben... la inminente guerra comercial entre las mega potencias China y Estados Unidos, la maléfica teoría de la conspiración por el control absoluto de la humanidad, a través de la vacuna obligatoria controlada por las elites del poder global quienes hoy mandan en la OMS, o quizás simplemente, la fortuita y desafortunada fuga de un diminuto virus, que durante un experimento en un remoto laboratorio de Wuhan, en la provincia de Hubei, desató la locura que daría paso a la peor crisis en la historia moderna de la humanidad.

Cualquiera que haya sido la causa, lo cierto es que ese invisible y microscópico enemigo detuvo nuestras vidas como las conocíamos y con ellas, los sueños de millones, al paralizar y colapsar todas las economías del planeta. Hasta ahora, políticos sin escrúpulos han querido aprovecharse de esta crisis sanitaria para justificar sus erráticas decisiones con nulos resultados, reconociendo descaradamente y en publico, que la pandemia del coronavirus les vino “como anillo al dedo”.

En otras latitudes, la pérdida de miles de vidas, empleos y oportunidades encontraron en la muerte del afroamericano George Floyd, en Mineápolis Minnesota, la llama que encendió el fuego del reclamo, exasperado por una evidente desigualdad racial, social y económica cada vez más creciente en todos los países del mundo. Así, el virus nos hizo mirar a donde nadie quería ver, a donde mas duele, a donde mas profundo cala; para reconocer nuestra humana fragilidad y nuestra triste incapacidad de evolución como especie, como raza... como humanos.

Y así fue, en solo tres meses de autoconfinamiento, aprendi a valorar aquello que durante años no vi, por tenerlo a la mano, inherente a mi vida y por que siempre estuvo ahí, al alcance de mi tantas veces aburrida cotidianidad, olvide el valor de un abrazo, de un café con amigos, de una entrañable reunión familiar, o de una intensa y apasionante junta de trabajo... y también olvide, la invaluable riqueza qué hay en un paseo por el parque, para descubrir el placer que da el aire fresco y la belleza que encierra ese azul en el cielo, el atardecer cotidiano y volver a encontrar qué hay infinitas estrellas en el firmamento y una hermosa y enorme luna blanca.

¡Y vaya festín! salir a la calle a vivir, poder compartir junto a miles, las risas, las prisas, los llantos y los cantos, el cine, el mercado o el autobús, la iglesia, la ida al colegio o al trabajo en un colorido trafico intenso, poder pasear a mis perros frente a la tortillería, la tintorería, la panadería, o la carpintería poder saludar al mecanico, al bolero, al albañil o al empresario ... la gran maravilla de ser uno mas y para otros, tal ves, alguien más especial, que oportunidad se me otorga de ser y existir en un mundo diverso, de poder compartir el planeta con un colectivo de hermanos, a quienes juntos nos llaman mexicanos. ¡Qué bendición!, ¡qué gran honor!, ¡qué enorme lección!

Y así fue, como comprendí, que después de la duda hay respuestas, que después de la noche, el día , que tras una tormenta la calma y que después de esta crisis...habrá un mañana... con sueños, con promesas y esperanzas.

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Luis G. Méndez Trillo.

Presidente en Coldwell Banker Commercial México.

Con más de 25 años de experiencia en el sector de oficinas.

1.5 millones de m2 en transacciones realizadas

y más de 800 millones de dólares en venta de activos de inversión.