La ciudad de Adís Abeba está a punto de escribir un nuevo capítulo en su narrativa urbana. Donde antes se levantaba uno de los últimos bastiones musicales del barrio de Kazanchis, ahora se diseña algo más que un edificio: Se proyecta un latido.
Dicho proyecto —impulsado en colaboración con el fundador de Fendika, Melaku Belay, y con comunidades locales y globales— encarna un modelo de arquitectura viva, que borra la línea entre el edificio y la ciudad.
¿El resultado? Un espacio cultural que también funcionará como hotel, donde el diseño abierto convierte al peatón en espectador y al visitante en parte del espectáculo.
Arquitectura como diálogo urbano
En cada nivel, salas de ensayo, aulas, un escenario al aire libre, residencias para artistas y una cafetería se intercalan como estaciones en una ruta cultural sin paredes.
Las conexiones verticales —escaleras entrelazadas, balcones abiertos y dobles alturas— fomentan la interacción espontánea entre público, artistas y ciudad. Además, enormes ventanales hacia la calle permiten que la vida cultural que ocurre dentro se derrame al barrio, en un guiño al pasado bohemio de Kazanchis, que alguna vez estuvo lleno de salas de música hoy desaparecidas.
Memoria reconstruida, futuro proyectado
En 2024, el antiguo edificio de Fendika fue demolido, marcando el fin de una era. Pero lejos de ser una pérdida, fue el principio de una transformación. La propia municipalidad de Adís Abeba, liderada por la alcaldesa Adanech Abebe, ofreció a Belay el terreno para reconstruir. La respuesta es un gesto arquitectónico que honra la historia del lugar sin caer en la nostalgia: Una estructura contemporánea que celebra la comunidad, la música y la creatividad como motores del desarrollo urbano.