Broce con libros |PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
Nacido en Johannesburgo en 1955, William Kentridge es uno de los representantes más importantes del arte sudafricano posterior al apartheid. Alcanzó reconocimiento internacional a mediados de los noventa mediante su participación en la Documenta X de Kassel y las bienales de La Habana y Johannesburgo.
A pesar de ser un artista multifacético, el trabajo que lo llevó a la fama y por el que más se le conoce son sus animaciones de dibujo, mezcla de técnicas fílmicas y dibujísticas de antigua tradición.
Carboncillo Sobre página de libro | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
A lo largo de su carrera artística ha trabajado un amplio mosaico de técnicas y medios, desde dibujos al carbón en gran formato, grabados y aguafuertes, hasta la escultura, pasando por el cine y la animación en video. A partir de los setenta incursiona en escenografía, actuación, dirección y producción teatral. Ha hecho video-instalaciones, así como dibujo a gran escala sobre el paisaje.
El trabajo de Kentridge tiene como trasfondo la historia reciente de Sudáfrica. El trauma histórico posapartheid opera como consigna moral permeable a toda su obra. Sus dibujos animados son alegorías del triunfo de la memoria tanto como del olvido.
Pero a pesar de ser un artista comprometido social y políticamente con el registro histórico de su país su trabajo no es ideológico. Opera más bien como un ansiolítico terapéutico. Sus animaciones son un conjuro de la memoria histórica, a la vez que un catálogo de las emociones humanas.
Kentridge es un gran dibujante que ha desarrollado como los caricaturistas, una extraña capacidad para hacer aparecer en un simple gesto el resumen de una personalidad y su drama. Ha logrado hacer de un simple objeto el depositario de una cultura.
Mediante las vicisitudes de la línea es capaz de explorar poéticamente las repercusiones de un sistema político, tanto en la psique de los individuos como en las demarcaciones del paisaje.
Porter con separadores, Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
Su trabajo explora las relaciones entre el poder, el deseo y la responsabilidad ética que desprenden. Sus personajes se desdoblan en alter egos que dan cuenta de la lucha antagónica entre el amo y el esclavo, el dominio y la emancipación, la culpa y la confesión, el amor y la indiferencia; incluidos los avatares del individuo y la masa, el registro histórico y la experiencia personal.
Mutaciones dibujísticas.
Porrter con sillas,Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
La tradición expresionista que informa el trabajo de Kentridge cede paso, entre emborrones, a las antípodas modernas del exterminio. Cada dibujo deja rastros de sus propias borraduras, como si fueran escenas de un crimen.
Técnicamente, crea una serie de dibujos al carbón y pastel que son alterados, borrados y re-dibujados. En el proceso va tomando video de su evolución, de manera que en el resultado final, es decir, en la animación, permanecen visibles las huellas trazadas y borradas.
Este uso del dibujo estructurado como palimpsesto nos remite a las huellas de la memoria emergiendo en el presente. Las sombras, los borrones, los barridos son como las cicatrices históricas de los procesos de civilización: por más que se frieguen y se higienicen, se encubran y se vuelvan a estructurar, la marca del trauma es indeleble. Sobre una misma superficie geográfica se construye una narrativa con el eco y los restos del pasado.
Como apunta Carolyn Christov-Bakargeiv, especialista en el trabajo del artista:
"La técnica de borrado de Kentridge se hace eco de una de las estrategias del racismo en la época moderna. La modernidad es una moneda de dos caras: por una parte valora el progreso, la razón y los valores universales de la Ilustración, como la democracia. Por otra, valora al individuo (la persona) y la subjetividad colectiva (la nación). Cuando Estado y Nación coinciden se desarrolla el racismo, ya sea sobre las bases de hacer inferior e ?invisible? (borrado) al grupo que discrimina, asignándole las tareas más humildes de la sociedad (opresión), o sobre las bases de la segregación y diferenciación de un grupo porque sus características culturales son percibidas como un peligro para la pureza e integridad de la cultura del grupo dominante (separación)."
El trabajo animado de Kentridge da cuenta del proceso sistemático de limpieza racial que instrumentó el apartheid. Y en una lectura más amplia da cuenta del proyecto de civilización implementado por las sociedades modernas.
Hombre Con Cama ,Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
La Ilustración opera bajo el principio de identidad, de ahí que lo diferente, lo desconocido, lo otro se someta a un proceso de purificación y mimesis. Los métodos que ciernen la limpieza racial en estas sociedades se basan en la integración, mediante el encubrimiento y la disolución de lo otro. Y en la conducción fuera del sistema para preservar la raza, es decir, el exterminio del otro.
Este principio de identidad dominante en las sociedades que se proclamaron como "modernas" es el operario de los crímenes y las atrocidades más caras que ha pagado la humanidad.
La toma de poder de una minoría blanca sobre una mayoría negra instrumentada por el apartheid es el hito que marca la historia personal y colectiva de cada sujeto sudafricano.
El trabajo de Kentridge está informado por ese proceso de segregación racial que se implementó legalmente en 1948, tan sólo siete años antes de su nacimiento, y que fue abolido en 1994. Eso explica que el reconocimiento internacional de su trabajo se haya dado a mediados de la década de 1990.
Aun desmantelado el apartheid, el ideal democrático y el proyecto de integración social en ciudades como Johannesburgo tenían cabida apenas como una realidad volátil en la que los ricos y los pobres compartían un mismo espacio metropolitano. Tal como apunta Kentridge:
"Nunca he sido capaz de huir de Johannesburgo, las cuatro casas en las que he vivido, mi colegio, el estudio, todo está a una distancia máxima de tres kilómetros. Y al final, toda mi obra tiene sus raíces en esa ciudad provinciana y bastante desesperada. Nunca he intentado hacer ilustraciones del apartheid, pero los dibujos y las películas han sido ciertamente fecundados y alimentados por la brutalizada sociedad que quedó a su paso.
Me interesa el arte político, es decir, un arte de ambigüedad, contradicción, gestos incompletos y finales inciertos. Un arte (y una política) donde el optimismo está bajo control y el nihilismo se mantiene a raya."
Hombre en la Ducha Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
Los dibujos animados introducen fracturas espaciales y temporales en su narrativa. Ante nuestros ojos los personajes se desvanecen espasmódicos hasta convertirse, entre emborrones, en una pared de fondo o disolverse en el paisaje.
El proceso de elaboración del dibujo permanece siempre visible, los borrados son imperfectos y siempre dejan las huellas de sus trazos. Temporalmente, eso representa la contaminación del presente por los estadios precedentes del pasado. Lo mismo ocurre con el paisaje, el espectador advierte el paso temporal mediante la disolución de elementos geográficos en la misma escena espacial.
Sus dibujos son registros de una memoria histórica y subjetiva que se desvanece, se desdibuja, se metamorfosea y vuelve a emerger con otro rostro. Sus dibujos exploran zonas de incertidumbre, de cambios, de metamorfosis.
Es que la propia situación de Kentridge como africano blanco y con privilegios es ambivalente respecto a la culpa y expiación del pasado histórico de su país. En este sentido, el rostro que emerge de sus dibujos es el rostro incierto de la redención. Emerge desde la ambigüedad, el antagonismo, la ambivalencia. Parte del principio de que todo, absolutamente todo, es mutable y puede, en algún punto, devenir su contrario.
Los filmes animados de Kentridge son ejercicios de memoria histórica que impiden la autorización del olvido, a la vez que redenciones de la subjetividad.
Sus personajes se despliegan en un flujo interminable de identidades múltiples, se convierten en otros: en paisaje, en objetos, en polvo, en carbón, en rastros. Trazo a trazo y borrón tras borrón se convierten en sus contrarios, se despliegan en alter egos.
Los sujetos se reinventan como una posibilidad espasmódica, infinita y redentora de metamorfosis del yo, poniendo en cuestión el principio de identidad.
Amor de oficina Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
Por ejemplo las figuras arquetípicas del magnate Soho Eckstein, notable promotor inmobiliario, que compra tierras para construir minas y hacer un imperio que acabará desmoronándose. Y su alter ego Felix Teitlebaum, un soñador romántico que se enamora de la esposa de Soho. La lucha que llevan a cabo es la lucha entre la codicia, el poder y la emancipación, entre el bien y el mal, con el sufrimiento como trasfondo.
Quizá sea más importante la lucha que lleva a cabo cada personaje consigo mismo en el tránsito de su devenir otro, hasta que alcanza la ausencia, el vacío, la nada.
Los dibujos de Kentridge, más que un aparecer y desaparecer como el juego infantil de las escondidillas, se enfrentan con el problema filosófico de la identidad y la nada. Lo que es idéntico a sí mismo, a fuerza de transitar hacia lo que lo caracteriza, es decir a fuerza de llegar a ser, encuentra en el proceso los puntales de su propia desaparición.
Cada gesto facial, cada particularidad fisonómica de los sujetos recorre la pendiente de su propio desvanecimiento. Pero, contrariamente a lo que se espera, la desaparición nunca se da por completo, siempre deja los rastros de su propio proceso.
En sus dibujos la nada simplemente no aparece. Nada surge repentinamente y nada deja de ser. En cambio, todo anuncia su propia transformación. En cada sujeto, en cada paisaje y en cada objeto germina la semilla de lo que no es sí mismo.
Hibridaciones textiles.
Egipto Tapete tejidos con bordados , tela de angora acrílico y póliester | PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
Desde el 2001 Kentridge emprendió la exploración de un nuevo medio para su trabajo. Interesado en la gran escala o el gran formato que no puede lograr con el dibujo, incursiona en el medio textil.
Los gobelinos, realizados en el Stephens Tapestry Studio, de Johannesburgo, le permiten una aproximación a la proyección fílmica mediante la gran escala, como una forma de expandir los límites de su dibujo.
En sus tapetes/gobelinos reconocemos la dinámica de los elementos que había trabajado anteriormente: el paisaje y los personajes afectándose y mutando unos en otros.
Pero la nueva forma de paisaje obedece a elementos cartográficos. El paisaje se convierte en mapa, y viceversa. Mientras que el mapa está tejido, las siluetas son recortes que se yuxtaponen sobre el tejido. Eso ha permitido a Kentridge jugar con la movilización de la composición hasta encontrar el lugar exacto de su posición. Los mapas son reproducciones de representaciones cartográficas del siglo XIX, por ejemplo: África, Europa, Rusia.
Las figuras se desplazan como refugiados, inmigrantes, transportadores de posesiones y mudanzas, recorriendo distancias enormes, tal como sucedió en la época del imperialismo. Las siluetas se proyectan sobre los gobelinos a modo de sombras, sus particularidades las inferimos por los objetos que cargan.
Ellos mismos se convierten en los objetos que portan, por ejemplo en Office Love la cabeza ha sido remplazada por una máquina de escribir, o aquella obra en que la cabeza fue remplazada por un teléfono.
Hay un desplazamiento subjetivo y un desplazamiento espacial. Las figuras aplanadas se convierten en una parcela más, se vuelven territorio en sí mismas y lo único que las caracteriza es su función de portadores. Estos desplazamientos dan paso a un mundo de hibridaciones entre sujeto y objeto, sujeto y función, territorio y sujeto, "cargan el mundo a sus espaldas", dice el artista.
Si bien en su obra dibujística la subjetividad es un problema de mutabilidad y transformación, en su obra textil lo que resalta es el tránsito y la transición, como referencia a la subjetividad, historia y política sudafricana actual.