El arte es y ha sido el vínculo histórico más íntimo del que dispone el humano para poder construir su memoria, es nuestra trascendencia en la trayectoria del tiempo, representa y asegura el paso por el universo, que en particular a nosotros nos tocó habitar en el planeta Tierra.
Vivir con arte es aprender a reconocer los entornos, a tener mejores espacios para poder establecer vínculos de comunicación entre los distintos lenguajes que produce un artista con el alma, es decir, es el ejercicio que nace del espíritu.
Si algo hace distinto a un ser humano del resto de las cosas o del resto de los seres vivientes es que producimos arte. Algo similar sucede con la ciencia y con la filosofía.
Estas tres enormes abstracciones del pensamiento, vienen precisamente de una construcción espiritual e interna que nos hace distintos de todo lo demás, y eso genera conocimiento, crea belleza, y nos invita a la reflexión.
Esta diferencia que hemos marcado entre lo humano y lo no humano es que evolucionamos por medio de estas tres poderosas ramas.
Ahora bien, cuando nos referimos a ‘vivir con arte’, es comprendernos a nosotros mismos como seres vivientes, que tenemos emociones, sensaciones, ilusiones y esperanza.
Hoy, frente a una cuarta revolución industrial llamada 4.0, pareciera confuso nuestro futuro. Somos migrantes tecnológicos, seres humanos transitando entre dos continentes de sensibilidad y conocimiento, el tradicional del que venimos y que hasta ahora hemos conocido, y el otro continente, el virtual, en el que nuestro cerebro aprenderá a cambiar su apreciación y la manera de acercarse a otras formas del saber y del sentir, cambiará la percepción del arte, sin dejar de ser humanos.
Vivir con arte es realmente una experiencia cotidiana por medio de los espacios públicos, en donde coexiste en el paisaje urbano la arquitectura, el trazo, la pintura, la escultura, la vegetación, la fauna, entre otros elementos que componen nuestro transitar por las urbes y el campo; también esta experiencia se logra visitando las colecciones en museos, conviviendo con los objetos de nuestra casa, de las oficinas o de nuestros espacios privados.
Vivir con arte es comprender que el vínculo que se establece con las obras de arte no depende de su tamaño, si son pequeñas o grandes, sino de su esencia, lo que estás nos trasmiten. Sin lugar a duda, forman parte relevante de nuestra historia y de nuestra memoria, en primera instancia de cada uno como individuo, y posteriormente de la humanidad.
Importancia de los coleccionistas
Los coleccionistas en el mundo del arte son fundamentales. Nosotros, como artistas, estamos ocupados en crear o en producir, en proponer, en interpretar la realidad y comprender la historia.
El coleccionista viene a cerrar un ciclo importantísimo. Es, en primera instancia, la persona o la institución que va a conservar el objeto producido por los artistas; por medio de los coleccionistas es que la humanidad ha construido los museos, se han podido preservar los objetos y, éstos, juntos, nos dan y permiten la continuidad en la línea del tiempo.
Entonces, los coleccionistas, en una de sus funciones que es la preservación, nos han permitido a la humanidad que tengamos historia.
Pero en otro nivel, algo relevante del coleccionista, es que cierra el círculo o el ciclo comercial. Entre el coleccionista, el artista, las galerías, los museos y los intermediarios suceden muchos eventos, todos amén de la belleza y subjetividad de los objetos, o del amor que le tenga el coleccionista a las obras de arte o el artista a sus propias obras; hay que cerrar el ciclo, que es una parte fundamental del entendimiento del por qué las obras de arte cobran valor económico.
En general, la característica determinante del coleccionista es que debe tener los recursos financieros para adquirir los objetos, preservarlos, y a veces, en su momento, volver a venderlos en el mercado secundario.
El valor monetario del arte
El precio o el valor económico se debe a varios factores o fenómenos, tanto sociales como financieros. Quizá, el más importante es la selectividad y escasez que tenemos que generar los artistas, en tanto a su productividad y de qué manera llegan las obras de arte para ponerlas a disposición del público. La escasez en el caso de artistas muertos es un fenómeno natural, debido a que su producción es finita, terminó con su propia existencia. Mientras que los artistas vivos producen cotidianamente, esto provoca cambios constantes tanto en su oferta como en el consumo o demanda de sus bienes.
Este es un tema lo suficientemente extenso como para impartir un curso a lo largo de una carrera profesional, por lo que, por el momento, me limitaré a decir, que en el mercado del arte coinciden los mejores como los peores trabajos, que su análisis no pertenece a la estética, aunque por supuesto influye, sino más bien que ésta es un área netamente económica.
En los mercados secundarios se ha demostrado –en el siglo XIX, cuando se liberó el mercado del arte, consecutivamente en el siglo XX y lo que llevamos del XXI– cómo el arte ha tenido un crecimiento financiero constante. Como cualquier mercado, sufre cambios, alzas y caídas, pero lo que resulta sorprendente es que su promedio de crecimiento es constante y pareciera que será así por otras décadas.
Si revisamos actualmente los mercados bursátiles y los mercados más activos del capital financiero a nivel global, el mercado del arte ha estado por encima de todos durante las últimas tres décadas en rendimientos comparados, guardando la proporción e importancia que el mercado del arte tiene con respecto al gran mercado de capital financiero.
También podemos contemplar que, a pesar de la guerra, de las crisis, e inclusive de temas relacionados con el cambio climático, el mercado se ha mantenido en crecimiento. Es necesario entender que este crecimiento no lo es para todos los artistas, no sucede para todas las obras de arte, pero, en términos generales, es un mercado sui géneris muy particular, diferente al resto, lo que quiere decir, es que en la obra de arte hay una acumulación importante de valor.
Para el artista es el valor estético, es la aportación que éste hace a la sociedad, pero, para el mundo del dinero, el arte se convierte en una manera de protección financiera, de acumulación de recursos.
Por eso, la selección que hay entre los consagrados, vivos o muertos, los artistas en maduración o cuando un coleccionista invierte en artistas jóvenes que inician su carrera, la elección debe ser muy cauta y cuidadosa. Los precios, por supuesto que fluctúan con las obras, tanto, que algunas han llegado a costar cifras que van más allá de los 450 millones de dólares, ejemplo es el cuadro tan discutido de Leonardo da Vinci, Salvator Mundi.
La pregunta es ¿hasta dónde se van a detener? O ¿cuánto puede llegar a valer una obra de arte? Por ejemplo, la Noche Estrellada de Vincent Van Gogh, si estuviera en el mercado a la venta, habría gente dispuesta a pagar más de mil millones de dólares, lo que indica que el mercado, por lo pronto, no se va a detener; esta obra no se encuentra a la venta, ya que pertenece a la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA).
Vivir con arte resulta desde lo más simple hasta lo más sofisticado ¿En dónde nos localizamos, o qué queremos y podemos hacer? Es una pregunta compleja, pero lo que no debemos olvidar es que, a final de cuentas, es el arte lo que nos hace más humanos.
Texto Miguel Peraza
Foto: LEÓN FELIPE CHARGOY / ESTUDIO PERAZA / MARIO RAMÍREZ / Sergio Sánchez / EDUARDO OLAVARRI /