Desde que asumió el poder en 2016, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, las relaciones entre América Latina y Estados Unidos han estado marcadas por el desconocimiento de la región y el reemplazo de políticas de Estado concretas por beneficios a corto plazo para EU.
Desde su inicio, Trump pasó parte de su campaña criminalizando a los migrantes mexicanos y de Centroamérica y propuso la construcción de un muro. La gran obra se quedó como promesa de campaña, pero sí se convirtió en su política exterior: el cierre de fronteras.
Bajo el eslogan “America First”, Trump no tuvo reparos en usar la diplomacia del Estado más poderoso del mundo para su beneficio propio y el de su partido, lo que generó desestabilización del sistema internacional.
El diplomático y presidente del Council of Foreign Relations, Richard Haas, calificó la política exterior de Trump como una disrupción.
Perdió América Latina
En medio de este nuevo orden mundial de disrupción, menos cooperativo y de mayor competencia, ¿dónde quedan las relaciones con América Latina? Si bien la región nunca ha estado dentro de las prioridades de Estados Unidos, los gobiernos anteriores se preocuparon por tener directores regionales que la comprendieran, de tal manera que se pudieran construir políticas y relaciones de mediano y largo plazo. Esta consistencia en la política exterior hacia la región se perdió bajo la administración Trump.
El asistente especial del presidente Bill Clinton y director de asuntos interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional, Richard Feinberg, afirmó al El País: “No hay una estrategia para América Latina. Solíamos tener una política basada en la democracia, los derechos humanos y la economía abierta. Además, Trump no es un abanderado del libre comercio”.
América, por otro lado, estuvo diluida en el trasfondo del escenario internacional, debido a que la atención de EU estaba enfocada a la guerra comercial con China, las disputas con la OTAN, el retroceso del acuerdo nuclear con Irán y tensiones con Corea del Norte.
Sin embargo, en 2019 y 2020 Trump redirigió su mirada hacia América Latina, una atención que se ha incrementado a medida que se acercan las elecciones presidenciales, donde el voto latino en el estado de Florida es determinante.
Política de vaivenes
Esta falta de visión estratégica y cambio de opinión afectó a las convulsionadas relaciones entre Colombia y Venezuela, cuando Trump pasó de apoyar la estrategia para derrocar a Nicolás Maduro a considerar una incursión militar.
Además, en 2019 Trump inició acciones de política exterior de mano dura y “castigos”, ya que cortó la ayuda humanitaria a El Salvador, Guatemala y Honduras como reprimenda por las caravanas de migrantes.
En línea con su política agresiva, Trump rompió la tradición de dejar la dirección del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a un latinoamericano, y postuló al asesor para asuntos del hemisferio occidental de la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone. La estrategia para quedarse con el BID respondería a varios intereses, entre ellos, simpatizar con los votantes cubanos en La Florida.
En el caso de Colombia, el expresidente colombiano Juan Manuel Santos denunció que algunas fuentes en Washington le informaron que miembros de la administración Duque han ofrecido ayuda a la reelección de Trump, lo cual es claramente ilegal.
Ante unas elecciones en Estados Unidos, completamente atípicas por los efectos del Covid-19 y la posibilidad de que Trump no acepte los resultados a menos que le sean favorables, el continente americano después de esta primera administración Trump es más propenso al conflicto y a la competencia, con menos cooperación, menor capacidad de negociar como bloque regional con la potencia del norte y políticas exteriores de mano firme que castigan a los países que no compartan su visión del mundo.
Ante ello, Florida, si es latinoamericana, ¿a quién le dará su voto tan decisivo el día de hoy?