El arquitecto Richard Rogers falleció a los 88 años, que deja una profunda estampa para las futuras generaciones, pionero del movimiento arquitectónico high tech, desarrollado durante los 70.
Saltó a la fama con sus controvertidos diseños del Centro Pompidou en París y el edificio Lloyd's en Londres, que dejaban comodidades como ascensores y conductos de aire acondicionado en el exterior.
Nacido en Florencia, Italia en 1933, ganó la mayoría de los principales honores de la industria, como el Pritzker de 2007, y fue nombrado caballero por la Corona británica en 1991.
Su amplia carrera incluye en paso por la Architectural Association de Londres antes de graduarse con una maestría en la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
Otros de sus obras son el Domo del Milenio de Londres, una de las terminales del aeropuerto de Barajas en Madrid o el Leadenhall Building, conocido como ‘cheesegrater’, rayador de queso, por su particular forma.
Mientras que el Centro Pompidou, que proyectó junto con el arquitecto Renzo Piano, incluye museo, cine y biblioteca, y se inauguró el 31 de enero de 1977.
Fue apodada la ‘Notre Dame de las tuberías’, tanto la estructura de soporte como las canalizaciones, cables y tuberías de servicio se ubican en el exterior; una escalera mecánica de cristal conduce hasta el cuarto piso.
En el proyecto que presentaron los artistas, mencionaban que era “un lugar para la gente, de todas las edades, todos los credos, ricos y pobres”.
En el Hay Festival Segovia del 2017, Rogers reflexionó, entre otras cosas, en lo que para él era la arquitectura, en donde destacó que la clave estaba en la relación entre los edificios y la creación de espacios públicos.
Señaló que “cada persona debería tener derecho a ver un árbol desde su casa”, quieren estar en contacto físico con otros, mirarlos a los ojos, por eso las ciudades van a crecer más, pero apoyadas en energías limpias.