Un lugar asombroso pero incomprensible para algunos
“Las Pozas” conocido por muchos como el Jardín Escultórico de Edward James es un espacio con una arquitectura fantástica que nos muestra 36 obras inspiradas en el cultivo de las orquídeas, la vegetación de la Huasteca Potosina y elementos arquitectónicos del movimientos surrealista del cual el excéntrico artista era promotor.
Este magnífico lugar, enclavado en la selva tropical potosina del recién nombrado Pueblo Mágico Xilitla, donde se conjuga el arte y la naturaleza es la obra artística y arquitectónica de Sir Edward James, un acaudalado poeta y artista ingles que llegó a México en el año de 1947.
Enamorado por la exuberancia de la zona decide comprar una plantación de café en lo que hoy se conoce como “Las pozas”. Al principio estas tierras fueron usadas para la plantación de orquídeas y después de una terrible helada en el año de 1962, el inglés decide diseñar y construir un extraordinario jardín escultórico para expresar el surrealismo, corriente de la cual él era un devoto promotor.
Entre la década de los sesenta y setenta, Sir Edward James destinó fuertes cantidades de dinero para culminar su obra. Durante el desarrollo de este jardín, se contrataron cientos de obreros y artesanos de la localidad.
A su muerte en el año de 1984 el poeta y artista había construido 36 esculturas surrealistas, su material principal fue el concreto. En aproximadamente 20 hectáreas de selva tropical y aguas cristalinas se encuentran estas impresionantes esculturas, producto de la creatividad e imaginación del inglés, que maravillan a los visitantes.
Personajes influyentes y su movimiento
Su vocación por el arte condujo a Edward James a entablar una estrecha amistad y ser mecenas de renombrados artistas como Salvador Dalí, Pablo Picasso, René Magritte, Luis Buñuel, Stravinsky, Remedios Varo, Leonora Carrigton y Aldous Huxley. El fotógrafo Plutarco Gastelum, fue quién lo llevó a visitar la Huasteca Potosina.
James se consideraba a sí mismo un surrealista. No por estar vinculado a un movimiento, sino porque lo era de nacimiento. Así describía a su especie: “son personas ligadas a su subconsciente, mentes para las cuales el mundo no siempre es lógico y, en consecuencia, vuelven lógico lo ilógico”. Contaba que desde pequeño había tenido fantasías surrealistas. Al ser obligado a permanecer varias horas en su cuna por una madre que tenía poco tiempo para él, pasaba inventándose un mundo: “...así, mis sábanas se convertían en una ciudad voladora y hacían cúpulas con las almohadas. Yo me metía abajo y me imaginaba que era el palacio de Aladino volando sobre el mundo”.
Un mundo irreal
Pocos han estudiado la vida y obra de James. Xavier Guzmán es su principal precursor denominando el trabajo del lugar que creo James como “actos desbordados”. Quizá es por ello, un lugar tan asombroso como incomprensible. La lógica de su arquitectura es incluso un misterio, parece algo tan espontáneo como la escritura automática de los surrealistas. Con lápiz y papel, James tradujo sus alucinaciones, fantasías y caprichos. Su cimentación es una suma de sueños: James los dibujaba en servilletas de papel; Plutarco Gastelum (Su amigo y administrador del lugar), con una mentalidad más práctica, procuraba hacerlos tangibles; el carpintero Pepe Aguilar creaba los moldes; y los albañiles -que al principio no tenían ni la más remota idea de lo que hacían- terminaron por divertirse con la construcción de formas sin función ni propósito aparente.
En el jardín se encuentra un castillo, que visto desde lejos es inentendible y mucho menos lo es cuando se está adentro; el jardín entero es un conjunto de pasillos amplios y estrechos que corren sobre las laderas del monte o las riveras del río, todo es un laberinto; hay escaleras para subir y para bajar exclusivamente, pozas de agua, esculturas y estructuras con formas orgánicas naturales, que conviven con la fértil vegetación del lugar, las especies animales y el agua que corre por el río; una torre de tres pisos, que sin embargo tiene cinco.
Ojillos, columnas que se asemejan al carrizo del bambú, verdes, pero no por algún pigmento artificial, fue la humedad en el concreto que engendró verdor. Hay esculturas en las cuales se han incrustado por sí mismas unas plantas, tan similares a las esculturas mismas, una fuente que se asemeja a una flor, la bromelia, en otras esculturas se aprecian flores de lis; existen construcciones que tuvieron como fin el ser jaulas para animales que James tenía como mascotas.
Otra de las esculturas significativas del lugar, son tres inmensas orquídeas de concreto que tienen como función restituir parte de lo que aquella helada se había llevó. “Después de 25 años de trabajo, se contaron 36 grandes estructuras de concreto. Casi todos los espacios recibieron un nombre: La Plaza de San Eduardo, El Aviario dedicado a Max Ernst, La Terraza de los Tigres, El Palacio de Verano, El Cinematógrafo... un gran espacio de arquitectura surrealista, desordenada y absolutamente irracional”, mencionó en alguna ocasión Edward James.
En una entrevista con el reportero Carlos Henze le respondió: “Se trata simplemente de ver algo bonito, para que en 20 mil años, cuando vengan los arqueólogos no tengan ni la más remota idea de qué cultura existió aquí”.
Tanto los que lo conocieron como los que lo han estudiado, coinciden en que James era una persona que vivía “a la altura de sus deseos y para hacer realidad sus sueños”. Entre los personajes que han investigado su vida y obra, está el arquitecto francés Mathías Bernhardt, en un estudio que realizó de arquitectura mencionó que: “Las intenciones del lugar son poéticas, los pensamientos son poéticos y el jardín es un lugar de inspiración poética”.
Edward James sin duda tuvo una gran influencia de la cultura huasteca conjugada por los rasgos indígenas y ancestrales y además supo combinar en su arte el ingenio, la inspiración, el trabajo y lo mucho que aporta la Huasteca Potosina donde se conjugan los artificios del hombre y los de la naturaleza.
Texto:Real Estate Market & Lifestyle
Foto: FRENCHOP, HYYA5, PANORAMIO