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El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec permitirá en el mediano y largo plazo que la inversión nacional e internacional permee no solo al centro y al norte, sino también al sur del país.

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La posibilidad de unir a los océanos Pacífico y Atlántico siempre ha representado una idea sumamente atractiva desde el punto de vista comercial. A partir del inicio de sus operaciones, en agosto de 1914, el Canal de Panamá ha desempeñado un papel crucial en el comercio marítimo internacional, al proporcionar una vía de paso más corta entre ambos océanos. De entonces a la fecha han transitado por sus aguas más de 700 mil embarcaciones.

El auge del comercio marítimo en las últimas décadas, así como diversos retos de carácter logístico, hacen que hoy en día el canal de Panamá resulte insuficiente para resolver la intensa demanda de carga que requiere abrirse paso en ambas direcciones. Las filas de buques esperando cruzar el canal en los dos sentidos suman entre 100 y 140 en un día regular, de acuerdo con una publicación de San Diego Tribune.

 

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Esto hace que el viejo proyecto de unir ambos mares, mediante un canal seco en la parte más estrecha de México resurja como una poderosa idea. Ese es precisamente el principal propósito del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) que se propone unir, mediante modernas vías férreas y autopistas, a lo largo de poco más de 300 kilómetros, los puertos de Salina Cruz en Oaxaca y Coatzacoalcos en Veracruz.

Solo desde el punto de vista comercial y logístico, la obra tiene un gran sentido. Baste recordar que la mayor parte del tráfico que actualmente atraviesa el canal de Panamá se desplaza entre la costa este de los Estados Unidos y Asía, mientras que la segunda ruta principal es entre Europa y la costa oeste de Estados Unidos y Canadá. La ubicación geográfica del Istmo de Tehuantepec le permitirá cubrir con ventajas competitivas estas rutas e incluso cubrir parte del tráfico que se mueve entre las costas pacífica y atlántica de la Unión Americana.

 

A partir del inicio de sus operaciones, en agosto de 1914, el Canal de Panamá ha desempeñado un papel crucial en el comercio marítimo internacional.

 

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Sin menoscabo de las utilidades que podría generar la simple ruta de circulación, para una economía altamente industrializada como la mexicana, resulta mucho más atractivo transformar esa región en un hub tecnológico e industrial que permita agregar valor a una parte de las mercancías en tránsito. Ello, además de un claro impacto favorable para la economía nacional, permitirá generar numerosas oportunidades de desarrollo y empleo bien remunerado en una zona que ha padecido históricamente de un rezago económico con respecto a otros polos de mayor dinamismo en México.

Con una planificación adecuada y un intenso trabajo de coordinación social con las comunidades istmeñas, es posible transformar el rostro de esta región del país, promoviendo un desarrollo más incluyente, equitativo y sustentable. La clave, desde luego está en la capacidad de atraer a la zona inversión pública y privada, nacional y extranjera con el fin de cimentar no solo una planta productiva moderna y eficiente, sino también la infraestructura logística, social, educativa y de salud que un proyecto de esta naturaleza demanda.

 

Detonante de crecimiento

Como es sabido, la inversión, tanto prívada como pública, es un detonante del crecimiento económico y del desarrollo social. La primera tiene el potencial de generar un mayor número de empleos, incrementar la productividad, la eficiencia y la competitividad de una región, además de promover la investigación y el desarrollo tecnológico. La segunda, regularmente expresada en forma de infraestructura y obra pública, mejora las condiciones para la inversión, el transporte y el comercio, además de la calidad de vida de las personas.

Hoy por hoy la inversión total en México, con cifras al segundo trimestre de 2023, representa cerca del 25% del Producto Interno Bruto (PIB), lo cual es en sí un dato positivo. Sin embargo, debe hacerse notar que en la proporción inversión privada y pública, la primera representa el 22% en tanto que la segunda tan solo el 2.8%, de acuerdo con México ¿Cómo Vamos?

Se requiere una mayor inversión pública a fin de mejorar las condiciones para la inversión y promover un mayor dinamismo en los niveles de crecimiento económico y generación de empleo.

 

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Hoy por hoy la inversión total en México, con cifras al segundo trimestre de 2023, representa cerca del 25% (PIB)

 

Pero además de incrementar la inversión, es deseable diversificarla geográficamente. Hasta ahora, en México, la inversión tanto nacional como extranjera se ha concentrado, en gran medida, en los estados del norte del país y en algunas otras regiones como el bajío y la zona metropolitana de la Ciudad de México. El CIIT está llamado a cambiar esos patrones y atraer mucha más inversión al sur del país.

No puede omitirse el hecho de que los dos estados que lo integran han tenido un desempeño económico muy por debajo de la media nacional. Solo con el fin de ilustrar este punto, baste señalar que Oaxaca es la décima economía más pequeña del país. A pesar de representar el 3.28% de la población, contribuye tan solo el 1.5% al PIB nacional. La informalidad laboral en Oaxaca (incluso sin considerar el sector agropecuario) alcanza el 75% en tanto que el porcentaje de la población empleada en situación de pobreza laboral es de 61.6%. Por su parte, Veracruz con el 6.45% de la población del país, contribuye únicamente con el 4.5% del PIB nacional. Con el 60.6% de sus trabajadores sin prestaciones laborales o un vínculo reconocido, Veracruz ocupa el 9º sitio nacional de informalidad. Más de la mitad de su fuerza laboral, 50.9% recibe ingresos por debajo de lo mínimo indispensable para cubrir sus necesidades alimentarias, lo que lo coloca como el 5º estado con mayor pobreza laboral, de acuerdo con información de México ¿Cómo Vamos?

En consonancia con estos datos, Veracruz y Oaxaca ocupan los lugares 29 y 31, respectivamente, en el Índice de Progreso Social, elaborado por la organización mencionada anteriormente.

Dicho índice “está basado en un rango de indicadores sociales y ambientales que capturan tres dimensiones del progreso social: Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar y Oportunidades… es un modelo integral para medir el desarrollo humano que no incluye el PIB, pero lo complementa.”

 

La transformación es posible

El CIIT  tiene el potencial de transformar la realidad económica y social, no solo de Oaxaca y Veracruz sino también de algunos otros estados circunvecinos con condiciones similares. Sin duda, este proyecto se beneficiará de los 12 tratados de libre comercio que tiene firmados México con 46 países, así como de los 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRIs) con 33 países, de acuerdo con información de la Secretaría de Economía.

Tomando como base las cifras de esta dependencia, la Inversión Extranjera Directa (IED) ha observado una tendencia creciente durante las últimas dos décadas (ver gráfica 1). Tan solo en 2022, superó los 35 mil millones de dólares y todo apunta a que al cierre de 2023 el dato será aún mayor. El fenómeno conocido como nearshoring está empezando paulatinamente a generar efectos positivos en la inversión productiva, particularmente en manufacturas. En el caso de 2022, por poner un ejemplo, el 36% de la IED se destinó precisamente a las manufacturas.

 

 

El CIIT tiene el potencial de transformar la realidad económica y social, no solo de Oaxaca y Veracruz.

 

Considerando las cifras al tercer trimestre de 2023, los sectores industriales que mayor IED recibieron fueron: equipo de transporte, metales, bebidas y tabaco, industria química, equipo de computación y aparatos eléctricos. Cabe destacar que, en ese mismo periodo, cinco entidades de la República concentraron el 58% de la inversión: Ciudad de México, Nuevo León, Sonora, Chihuahua y Estado de México. El CIIT permitirá en el mediano y largo plazos que el nearshoring beneficie no solo al centro y al norte, sino también al sur del país.

 

Efecto multiplicador

La inversión productiva tiene además un impacto multiplicador. De acuerdo con el estudio Indicadores de Desempeño Logístico, 2ª Edición, publicado en The Logistics World, “las empresas cada vez más buscan abastecerse de forma local y regional para no depender de proveedores externos, facilitar el traslado de insumos y bajar costos.”

Ahora, para poder aprovechar esta tendencia en toda su magnitud, es preciso hacer frente a diversos retos que presentan actualmente las cadenas de suministros en México. Por ejemplo, si bien las empresas chicas obtienen el 70% de sus suministros de proveedores locales, en el caso de las grandes empresas 69% de sus insumos vienen de fuera, principalmente de Estados Unidos, Canadá, Europa o Asia. Esto obedece a diversos factores entre los que destacan: la escasez de mano de obra calificada, así como la falta de prácticas de sustentabilidad, de acuerdo con citado estudio Indicadores de Desempeño Logístico.

 

 

La posición geográfica del Istmo de Tehuantepec permitirá cubrir ventajas competitivas.

 

Por ello, al pensar en el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec es preciso considerar no solo la inversión productiva, sino también la inversión en proyectos educativos y de desarrollo científico y tecnológico, que la acompañen. Es menester también considerar inversiones que permitan reducir la huella de carbono y la huella hídrica, así como todo impacto sobre el medio ambiente de la zona. Esto incluye proyectos de generación de energía de manera sustentable como la eólica y la solar, así como estrategias de optimización de uso y reuso de agua y limpieza de los acuíferos. Más aún, es indispensable trabajar de la mano con las comunidades para generar proyectos de desarrollo compartido que respeten la cultura, la visión, las necesidades y las aspiraciones de las comunidades.

En la medida en que se incorporen todos esos factores será posible efectivamente alcanzar el efecto multiplicador de bienestar que debe acompañar a la inversión productiva y que anima la idea de establecer un corredor de desarrollo en esa zona del país.

Así, al hablar de atracción de inversión, nos referimos no únicamente al indispensable capital privado que deberá llegar a la zona en los siguientes años, sino también a la necesaria inversión social que deberá ser desplegada tanto por los gobiernos como por las empresas, de la mano de las comunidades, con el propósito de alcanzar un desarrollo compartido que, además de fortalecer la economía nacional, permita elevar considerablemente el bienestar y el nivel de vida de todos los habitantes de la zona.

*Doctor en gobierno por la Universidad de Essex, Maestro en Políticas Públicas por la Universidad de Londres y Licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana.

 


Texto:Real Estate Market & Lifestyle

Foto: FREEPIK / architectural digest y latinoamerica / IDOM /