Luego de terminar casi siete meses de 2019, sigue sin ser procedente modificar la lectura del conjunto de los mercados: equilibrio de fuerzas entre la debilidad del ciclo económico mundial y el apoyo de las políticas monetarias de los bancos centrales. A pesar de una actualidad repleta de turbulencias en los planos político y geopolítico, los principales mercados bursátiles han regresado a los niveles que predominaban a finales de marzo.
De acuerdo con un análisis de Didier Saint-Georges, managing director y miembro del comité de inversión estratégico de la firma Carmignac, en esta fase de fin del ciclo económico conviene seguir llevando a cabo un análisis disciplinado de los mercados a fin de continuar discerniendo el ruido de lo que realmente importa.
Estados Unidos vs China.
Señaló que las negociaciones durante la reunión del G20 concluyeron con la idea de que ni el gigante asiático ni el país norteamericano tienen intención de empujar al mundo a los horrores inmediatos de una profunda recesión. La campaña electoral en Estados Unidos y el debilitamiento económico generalizado deberían hacer que las dos grandes potencias, China y Estados Unidos, hagan gala de una cierta prudencia en sus posturas durante los próximos meses.
El crecimiento se estanca
En efecto, el contexto económico sigue siendo mediocre en términos generales: en concreto, la actividad industrial sigue mostrando niveles anémicos, aunque la actividad del sector servicios, tradicionalmente menos cíclico, parece resistir todavía.
Es el caso de China, donde los indicadores adelantados sobre la actividad industrial confirmaron la tendencia bajista. Y, de momento, Pekín no parece haber decidido intervenir de nuevo para reactivar el dinamismo. En Estados Unidos, el ritmo de crecimiento de la inversión no residencial sigue cayendo, claramente penalizado por la incertidumbre vinculada a la guerra comercial.
Paradójicamente, este contexto a priori poco atractivo resulta favorable para los mercados a corto plazo. La coyuntura de un crecimiento débil pero más o menos estabilizado lleva a los bancos centrales a seguir trasladando un discurso acomodaticio a los mercados, sin asumir aún un tono alarmista.
¿Nos dirigimos hacia un punto de inflexión en el poder de los bancos centrales?
Actualmente, resultaría peligroso intentar determinar, en relación con las causas de la ralentización mundial, la proporción que corresponde a cada una de las siguientes:
1) la ralentización deliberada orquestada por China en 2018;
2) los efectos de la guerra comercial en la dinámica de la inversión industrial;
3) el endurecimiento intempestivo de las políticas monetarias aplicadas el año pasado por parte de los bancos centrales.
La combinación de estos factores nos lleva a plantearnos una pregunta: ¿será suficiente el regreso a unas políticas monetarias más acomodaticias —hipótesis reforzada por el nombramiento de Christine Lagarde a la cabeza del BCE— para revertir todas las causas de la ralentización económica?
A más corto plazo, esta pregunta resulta poco relevante: es probable que los mercados vuelvan a conformarse con el voluntarismo renovado de los bancos centrales, en un contexto económico y político momentáneamente apaciguado.
A medio plazo, el desafío reviste una importancia fundamental: la posibilidad de recurrir al arsenal presupuestario a gran escala se abre camino. Asimismo, se plantea la cuestión de las consecuencias que tendría hacer uso de este recurso para los mercados de renta fija y renta variable, habida cuenta de que en los últimos diez años estos solo han sido objeto de represión financiera y disciplina presupuestaria.
¿Cuál es la estrategia de inversión adecuada para esta fase del ciclo?
Debe seguir cimentada en tres pilares:
1) Un núcleo de cartera de renta variable compuesto principalmente por valores de crecimiento para los que resulta imperativo ejecutar un proceso de selección de títulos, ya que se trata de un segmento que muestra ahora niveles caros.
2) La suficiente agilidad para poder sacar partido de los movimientos intermedios de los mercados inherentes a estas fases de transición.
3) Un posicionamiento en renta fija que se beneficia de la nueva visibilidad sobre la flexibilización monetaria de los bancos centrales.