América Latina aparece actualmente en las primeras páginas en el interés de China como una tierra fértil para hacer negocios, y para ganar terreno en medio de la silenciosa disputa que mantiene, también en esta región, con Estados Unidos.
China tocó las puertas de la región cuando más necesitaban su ayuda. A finales de 2020, los muertos se multiplicaban en Brasil, Ecuador o Perú, entre otros países, mientras que Europa y Estados Unidos se habían asegurado millones de vacunas. Las vacunas no llegaban a la región.
Ante ello China detectó una oportunidad tan política como económica. Hoy, casi todos los países latinoamericanos inoculan a su gente con vacunas chinas. Y sin hacer preguntas.
Casi todos tenemos a un familiar, amigo o, simplemente, el maestro de su hijo probablemente ya se haya aplicado su dosis de Sinopharm, Sinovac o Coronavac.
Pero la diplomacia de las vacunas, como bautizaron los especialistas a esta política, es apenas el nuevo capítulo de décadas de interés creciente de China por la región, paralelo a su gigantesco proyecto de infraestructura e inversiones conocido como la nueva Ruta de la Seda, que avanzó en los últimos cuatro años ante la mirada indiferente de Donald Trump.
Primero, Beijing extendió sus tentáculos sobre las materias primas de Latinoamérica. Luego financió grandes proyectos de infraestructura (enfocados principalmente en energía) y, por último, desembolsó préstamos a países que, de otra manera, no habrían podido conseguir financiamiento en el mercado internacional.
China comenzó interesada en los alimentos que aún le venden Brasil y Argentina, pero luego diversificó sus negocios en otros países de la región, como Ecuador, donde financió grandes proyectos energéticos.
En Venezuela se convirtió en su principal prestamista. Antes de la pandemia, China ya había desembarcado con fuerza en México, Chile y Perú para hacer negocios en el sector de los servicios.
“Cuando te sientas con un gigante como China, ellos traen una carpeta gorda para negociar. En ese contexto, las vacunas son apenas un tema más”, advierte Federico Merke, profesor de Relaciones Exteriores de la Universidad de San Andrés, en Argentina, y agrega: “China es muy fuerte en América Latina: no dejó de crecer en los últimos 10 años. Pero negociar con los chinos trae oportunidades y riesgos”.
Más de una década
Las inversiones de China en América Latina sumaron 7,000 millones de dólares entre 1990 y 2009. Pero la cifra se multiplicó hasta los 64,000 millones de 2010-2015, después de que China relanzó su Ruta de la Seda alternativa.
Brasil, el mayor productor de soya del mundo, vendió en 2019 el 80% de su producción a China. Del otro lado, los brasileños entregaron 13 de sus puertos comerciales a inversores chinos y tienen previsto entregar otros 15. Argentina también le vende el 80% de su soya, mientras que el gigante asiático invierte en hidrocarburos y entrega créditos para construir trenes y puertos.
Con Chile, firmó un tratado de libre comercio, que lo convirtió en uno de los principales inversores en energía y litio. China es el principal acreedor de Bolivia, mientras Venezuela recibió de Beijing más que cualquier otro: los desembolsos superaron los 62,000 millones de dólares, según datos de Diálogo Interamericano.
Más presencia silenciosa
En Ecuador, financió una decena de obras de infraestructura energética impulsadas por el entonces presidente Rafael Correa.
Por lo pronto, la diplomacia de las vacunas parece funcionarles. “Dentro de diez años seguramente todos recordaremos quiénes nos ayudaron en la crisis del coronavirus. ¿Angela Merkel, Emmanuel Macron o John Biden? No. Solo China ayudó a América Latina y todos bailaron a su ritmo, lejos de las ideologías y cerca del pragmatismo para resolver un problema inédito”, reflexiona el mexicano Enrique Dussel Peters, coordinador de la Red Académica de América Latina sobre China.
Y agrega: “Hoy, China está interesado en los servicios como bancos y puertos, entre otros, por eso estará enfocada en los próximos tres o cuatro años en los mercados internos de Chile, Perú y México”.
En México, diversos analistas políticos apuestan a un acercamiento de la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador con la nación asiática. En las redes públicas, como el Canal 14, se da amplia cobertura a los programas del Partido Comunista en China. Hay incluso quien sugiere que se medirá el poder de Biden en México, teniendo como cuña al gigante asiático.
Simples negocios o expansión geopolítica, la desesperación por las vacunas y la ausencia de Estados Unidos abrió una puerta a China para ampliarse en la región.
Con información de un reportaje de Connectas.