Didier Saint Georges, Miembro del Comité de Inversiones y Managing Director de la firma internacional, señaló que “una perturbación en el equilibrio entre la oferta y la demanda de deuda pública, dado que, efectivamente, se está produciendo una colisión entre las crecientes emisiones de bonos por parte del Tesoro estadounidense, necesarias para la financiación del déficit presupuestario del Gobierno, y un banco central que ha dejado de comprar estos títulos, como lo hizo de 2009 a 2014, y que, por el contrario, ha pasado a ser vendedor de estos mismos títulos”.
Agregó que “el exceso de liquidez”, el gran negocio de los últimos diez años para los inversores, está a punto de ser reabsorbido. A este cambio se suma un factor que, aunque sea de carácter técnico, no resulta menos decisivo: la subida protagonizada por los tipos de interés estadounidenses a corto plazo, que se han visto impulsados por las ingentes necesidades de refinanciación de la deuda existente y se han situado en niveles muy superiores a los tipos de la deuda europea o japonesa.
Así, este incremento ha provocado que la cobertura del riesgo cambiario sea muy costosa para los inversores extranjeros que estén planteándose adquirir activos financieros estadounidenses.
El análisis concluye que la consecuencia de este fenómeno es que los compradores tradicionales, que históricamente han sido los bancos centrales extranjeros (entre ellos, el chino y el japonés) y los inversores institucionales con todo tipo de horizontes, muestran hoy día poco interés por la deuda estadounidense... a no ser que asuman un importante riesgo cambiario —algo que no quieren hacer— o que esta ofrezca unos rendimientos bastante más elevados.
Este fenómeno le está pegando a nivel internacional a los mercados de renta variable, pero también impacta al mercado de tasas de interés de los mercados emergentes.