El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) ya no es solo un megaproyecto de infraestructura; se ha convertido en una apuesta real por un futuro más justo para el sur de México.
Hoy, los beneficios del CIIT ya son palpables. En apenas tres años se han generado más de 23 mil empleos, la mayoría para personas de la región, incluidos jóvenes, mujeres y pobladores de comunidades indígenas. Esta derrama económica ha impulsado también a pequeños negocios locales: Desde quienes venden comida hasta quienes ofrecen hospedaje o materiales de construcción. Más allá del tren, se están mejorando caminos, redes eléctricas, viviendas y espacios públicos en municipios como Juchitán, Ciudad Ixtepec, Matías Romero, Acayucan y Jáltipan.
Uno de los aspectos más destacados del proyecto es la participación activa de las comunidades. Lejos de imponer decisiones, el CIIT ha buscado dialogar directamente con los habitantes, a través de asambleas, reuniones y mesas de trabajo. Esto ha permitido que las prioridades sociales salgan de la propia gente, garantizando que el desarrollo no implique desarraigo, sino arraigo con bienestar. Además, muchas personas se han organizado en cooperativas y asociaciones productivas para integrarse a las cadenas de valor creadas en los Polos de Desarrollo para el Bienestar (PODEBIS).
También se trabaja en preparar a las nuevas generaciones. En colaboración con universidades y centros de formación como el CONALEP, se han creado programas de capacitación técnica en logística, mantenimiento, tecnologías limpias y comercio. Esto permitirá que los jóvenes encuentren oportunidades reales en su propia tierra.
El CIIT no solo conecta dos océanos. Conecta también aspiraciones, cultura, trabajo y dignidad. En el sur-sureste de México, este proyecto representa una nueva forma de construir país: Con visión, con justicia y con el rostro de su gente al frente. Para 2030, la transformación del Istmo será no solo geográfica, sino profundamente humana.