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El sector construcción cierra 2025 con crecimiento desigual, mientras el agua se consolida como un factor clave de competitividad y viabilidad para proyectos urbanos e industriales rumbo a 2026.

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El sector de la construcción en México concluye 2025 con un desempeño moderado y avances desiguales. A lo largo del año, la actividad estuvo marcada por la cautela en la inversión, la transición de gobierno y un entorno económico que obligó a desarrolladores y empresas a replantear prioridades. Aun así, el panorama hacia 2026 comienza a mostrar señales de mayor dinamismo, impulsado por proyectos públicos, desarrollos industriales y nuevas políticas de vivienda.

Para Grupo Helvex, durante 2025, la construcción industrial fue uno de los principales motores del sector. La demanda de infraestructura vinculada a parques industriales y plantas manufactureras sostuvo la actividad, particularmente en rubros como equipamiento hidráulico, soluciones sanitarias y servicios asociados al crecimiento industrial. En contraste, la edificación de vivienda avanzó con mayor lentitud, afectada por el encarecimiento de materiales, el acceso limitado al financiamiento y la escasez de vivienda asequible.

La obra pública, por su parte, mantuvo un ritmo contenido. La transición administrativa y la revisión de proyectos ralentizaron el arranque de nuevas inversiones, aunque se espera que esta dinámica cambie en los próximos años con el impulso de programas de desarrollo regional, los Polos Económicos del Bienestar y las obras asociadas a eventos internacionales como el Mundial de Futbol.

Desde la visión de Grupo Helvex, más allá del comportamiento económico, 2025 dejó una señal clara para el sector: el agua se consolidó como un factor estratégico para la construcción y el desarrollo inmobiliario. La disponibilidad del recurso comenzó a influir de manera directa en la ubicación de proyectos, la obtención de permisos y la aceptación social de los desarrollos, especialmente en regiones con estrés hídrico.

En este contexto, la discusión dejó de centrarse únicamente en cuánto se construye, para enfocarse en cómo se construye. Cada vez más proyectos integran desde su diseño sistemas de ahorro y eficiencia hídrica, tecnologías de reúso, captación de agua pluvial y tratamiento de aguas residuales. Estas soluciones ya no se consideran un gasto adicional, sino una inversión clave para asegurar la operación de los inmuebles y su valor a largo plazo.

La gestión del agua también se integró a los criterios de competitividad y a los análisis financieros. Para inversionistas y desarrolladores, reducir la huella hídrica y energética se volvió un elemento central para mitigar riesgos, cumplir con estándares ambientales y responder a las exigencias sociales y regulatorias.

Otro aspecto que cobró relevancia en 2025 fue el interés por esquemas de compensación hídrica a nivel local. Iniciativas como la rehabilitación de redes municipales, la infiltración de agua al subsuelo, la infraestructura verde y la recuperación de cuerpos de agua se perfilan como herramientas para fortalecer la viabilidad de los proyectos y su relación con las comunidades.

De cara a 2026, el principal reto para el sector construcción será avanzar en un modelo de crecimiento que combine desarrollo económico, uso responsable del agua y competitividad. La innovación tecnológica, la planeación de largo plazo y la colaboración entre empresas, autoridades y sociedad serán determinantes para enfrentar un entorno donde el acceso al agua definirá cada vez más qué proyectos son viables y cuáles no.

El cierre de 2025 confirma que la sostenibilidad dejó de ser un discurso para convertirse en una condición indispensable del desarrollo urbano e industrial en México. En el próximo año, el sector tendrá la oportunidad de transformar estos desafíos en ventajas competitivas, siempre que el agua se coloque en el centro de la estrategia.