|  

En la región autónoma de Lhasa, que cuenta con una de las tasas de crecimiento económico más altas, se vendieron en 2020 casi un millón de m2 de viviendas nuevas.

4 No me gusta0

Desde 2008, China ha invertido de manera impresionante capitales para construir infraestructura por medio de aeropuertos, carreteras y ferrocarriles para impulsar el desarrollo económico contra separatismo que pretendía el Tíbet y que llevó a una serie de revueltas para que ese lugar no fuera a convertirse en otro espacio rojo.

Y ganó el poder chino.

El objetivo de China es facilitar la vida moderna en lo que es el Tíbet, declarado también como el techo del mundo.

Aunque bajo frente a las impresionantes montañas, las grúas y los edificios de departamentos se elevan en Lhasa, la capital de Tíbet vive un boom inmobiliario con un mercado que evoluciona con el timming de los funcionarios y otra, la del resto de la población.

Según un despacho de AFP, Lhassa modifica poco a poco su tejido urbano –desde ese santuario del budismo- donde se acentúan las zonas con riqueza y donde sigue el descontento sobre una eventual soberanía china.

En las cercanías del Palacio de Potala, que ocupó el Dalái Lama hasta que partió al exilio en 1959, diversos obreros de la construcción levantan torres de edificios para el promotor inmobiliario chino Country Garden, cuyos precios son similares a algunas ciudades chinas donde los ingresos medios distan mucho de los del Tíbet, que tiene uno de los índices más bajos del país.

Este auge inmobiliario en una ciudad de  860,000 habitantes, beneficia por lo pronto a los empleados del sector gobierno, quienes cuentan con los ingresos para llegar a posicionarse en estos departamentos.

En la región autónoma, que cuenta con una de las tasas de crecimiento económico más altas del país, se vendieron en 2020 casi un millón de m2 de viviendas nuevas solo en Lhasa, lo que representó 28% más que el año anterior.

Según las agencias inmobiliarias, hay más de 30 programas habitacionales que venden departamentos en la actualidad, según una visita organizada por el gobierno para periodistas extranjeros, ya que no tienen éstos permisos de reportear en esa zona por su cuenta.

Para tener acceso a un departamento se necesita trabajar en el gobierno "porque no hay muchas otras formas de ganar tanto dinero", destacó Andrew Fischer, profesor en la Universidad Erasmus de Rotterdam, en Holanda.

En contraparte, los inmigrantes con pocos estudios que vienen del campo tibetano tienen pocas probabilidades de vivir un día en los nuevos barrios, subraya Emily Yeh, profesora de la Universidad de Colorado en Boulder, en Estados Unidos, ya que sin hablar chino y aunado al elevado analfabetismo, se dispara la fractura social.

Según el catedrático holandés, 10% de la población de esa región cuenta con un título de educación superior, mientras que 33% es analfabeta.

En la zona tradicional, los habitantes poco a poco abandonan su lugar para dejar espacio a los comercios u hoteles para turistas y acaban viviendo en los suburbios.

Los tibetanos en el exilio reconocen que la población se beneficia de las nuevas infraestructuras, pero temen los cambios visibles en torno al templo de Jokhang, el corazón espiritual de Lhasa.

En esa zona hay cadenas de comida rápida estadounidenses como KFC y Pizza Hut. Los turistas de otras partes de China posan vestidos con el traje tradicional tibetano. Setenta años después de que el ejército comunista invadiera el Tíbet, la ciudad está plagada de banderas chinas, linternas rojas y retratos del presidente Xi Jinping.

Con información de El Nuevo Siglo de Colombia.