A lo largo de los siglos, en la búsqueda constante de una sociedad feliz e igualitaria, muchos pensadores han imaginado la ciudad ideal que albergaría a la sociedad perfecta ó, por el contrario, propusieron una sociedad ideal que construiría su propia ciudad.
La República de Platón, escrita en el siglo IV antes de Cristo, se basa en un diálogo entre Sócrates y otros personajes tratando de concebir una ciudad y un estado ideales.
Pero nadie ejemplifica mejor este pensamiento recurrente que la Utopía de Tomas Moro (1478-1535), el canciller de Enrique VIII decapitado por éste en medio de su disputa por la anulación del matrimonio real con Catalina de Aragón.
Utopía es la descripción de una isla imaginaria en donde viviría una sociedad tan perfecta que los intereses de la mayoría se sobrepondrían a los de los individuos comenzando por la propiedad común de los bienes.
El concepto de Utopía creado por Moro influyó, a lo largo de los siglos, en arquitectos, urbanistas y reformadores sociales.
La isla de Utopía tenía forma de media luna con una bahía en el centro. Era una república compuesta por 54 ciudades con una capital. Las casas eran iguales, con dos puertas, una a la calle y otra al huerto. No había propiedad privada y el orden familiar y político estaba perfectamente definido.
El concepto de Utopía creado por Moro influyó, a lo largo de los siglos, en arquitectos, urbanistas y reformadores sociales.
En el siglo XIX las utopías vuelven a tomar auge y se consolida un pensamiento social, previo a Marx, con Robert Owen en Inglaterra y Saint Simón, Fourier y Cabet en Francia entre otros.
Este socialismo utópico parte de una noción de progreso y confianza en el hombre y la tecnología. Presenta sociedades ideales e imaginarias alcanzables en un futuro no lejano.
New Lanark en Gran Bretaña (1913) fué una fábrica modelo creada por Robert Owen quien también fundó New Harmony en Indiana, Estados Unidos en 1824 y su sucesor Albert Kinsey Owen creó en 1884 en Topolobampo, México una colonia que no prosperó pero que fué la base del puerto actual.
En Argelia se fundó Saint Denis du Sig y los falansterios fourieristas de Boussac y Guise en Francia, este último con la participación de la escritora George Sand. Muchos otros en España, Brasil y Estados Unidos continuaron el modelo.
Los falansterios de Charles Fourier eran comunidades de producción, consumo y habitación; utopías pacíficas y libertarias sin la existencia de clases sociales ni de propiedad privada.
Los llamados icarianos de Cabet lograron construir varias colonias en América pero casi todas fracasaron económicamente.
Evolución del paradigma constructivo
Ya en el siglo XX, el arquitecto inglés Ebenezar Howard influido por los pensamientos utópicos publicó en 1902 'Ciudades Jardín del Mañana' con un modelo desarrollado en reacción a la falta de vivienda obrera. Proponía comunidades establecidas en un entorno natural, separadas de las grandes urbes. Con esta filosofía se construyeron en Inglaterra Letchworth y Welwyn
y también Radburn en Estados Unidos. Broadacre City de Frank Lloyd Wright partió de una concepción similar.
Los Kibutz, granjas agrícolas con trabajo compartido en tierra árida, se concibieron como establecimientos colectivos socialistas y fueron instrumentales en la creación del Estado de Israel.
La Ville Radieuse de la Corbusier, diseñada en los años veinte del siglo pasado, partía de la vivienda como una máquina para vivir y también preveía el surgimiento de una nueva sociedad en donde 'el habitar, trabajar, cultivar; con este orden y en esta jerarquía serian favorecidos'. Le Corbusier, simpatizante del comunismo, defendía la igualdad de clases. En la Ville Radieuse vivirían los ciudadanos sin importar su origen y clase social. Este modelo lo llegó a plantear el famoso arquitecto como sustitución, previa demolición, de todo el centro de París.
Aunque no puede soslayarse la importancia del pensamiento utópico en el desarrollo del binomio ciudad-sociedad, nunca logró concretarse en forma amplia, mucho menos integral.
Las utopías son vulnerables por estar basadas en la propiedad colectiva, el trabajo comunitario y un gobierno autoritario que chocan con los deseos naturales de autonomía, libertad individual y elección. La historia nos ha enseñado que es imposible diseñar una sociedad perfecta para una especie imperfecta.