En México, el coworking inició en 2009 y se instaló en ciudades como Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México. Aunque mantiene su esencia global, el modelo ha evolucionado con un sello local: adaptaciones a las necesidades específicas de los usuarios, servicios ampliados y un impacto directo en las comunidades donde opera.
Un nuevo mapa del coworking capitalino
La principal ventaja de estos lugares radica en su menor costo, tanto para los operadores como para los usuarios, y la posibilidad de trabajar cerca de casa, evitando largos traslados hacia el centro de la ciudad. El fenómeno refleja los cambios en las dinámicas laborales, la adopción del trabajo remoto, así como una búsqueda constante de flexibilidad y calidad de vida.
Más interesante aún es el crecimiento de espacios en áreas tradicionalmente asociadas con oficinas corporativas como Santa Fe, Interlomas y, más recientemente, Lomas Altas y Tecamachalco, áreas aledañas a los tradicionales polos corporativos, donde los coworkings han comenzado a diversificar los esquemas de trabajo incluso para industrias más tradicionales, con énfasis en sectores como tecnología, finanzas y comercio, redefiniendo dinámicas económicas, sociales y urbanísticas en estas zonas emergentes.
Catalizadores del desarrollo local
Esta diferenciación subraya el valor estratégico de los coworkings en colonias emergentes: diversificar su base de usuarios y promover comunidades locales más dinámicas. Históricamente, colonias como Lomas Altas o Santa Fe se han asociado con zonas residenciales, corporativos y oficinas 100% tradicionales, pero recientemente empiezan a adoptar también el coworking como parte de su ecosistema.
Con la apertura de The Spot, comprendimos que debíamos impulsar un modelo diferente, ya que el perfil de los habitantes de la zona y sus necesidades tienen sus propias particularidades: se trata mayoritariamente de emprendedores y startups que buscan ambientes más corporativos para industrias como tecnología y finanzas, por ejemplo, pero que, en búsqueda de mayor flexibilidad, han optado también por espacios más cercanos a sus domicilios.
Para la industria inmobiliaria y la configuración de la dinámica urbana, los coworkings pueden ser motores de desarrollo económico y social en colonias emergentes. De hecho, frecuentemente actúan como catalizadores del desarrollo económico y social a nivel local, promoviendo un modelo más descentralizado. Más allá de ser espacios de trabajo accesibles, fomentan redes de colaboración entre profesionales y dinamizan la economía local mediante el consumo en comercios, restaurantes y servicios.
Espacios como The Spot by Co-Madre y algunos otros modelos no solo ofrecen oficinas, sino también actividades comunitarias, eventos de networking y talleres, promoviendo la participación social y cultural en las colonias donde operan; por lo que fortalecen el tejido social y promueven la innovación a un nivel mucho más local y descentralizado.
Proyectos de renovación urbana que incluyan coworkings pueden transformar zonas rezagadas en nuevos centros de colaboración. Convertir estos espacios en hubs comunitarios para un mejor desarrollo urbano pudiera funcionar para otras urbes al redefinir no solo cómo trabajamos, sino también dónde lo hacemos. El éxito dependerá de un equilibrio entre sostenibilidad, integración comunitaria y adaptación a las dinámicas de cada “barrio”.
*Bertha Pérez Rojas, CEO de Co-Madre