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Sydney avanza hacia un modelo urbano totalmente eléctrico: a partir de 2027, todos los nuevos edificios deberán operar sin gas, en una de las reformas energéticas más ambiciosas de Australia.

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Sydney acaba de dar un paso decisivo hacia la electrificación total de su entorno urbano. Con una agenda climática cada vez más ambiciosa y un enfoque centrado en la salud pública, la ciudad aprobó en octubre de 2025 una serie de enmiendas a sus normas de planificación que obligarán a que todos los nuevos desarrollos residenciales, edificios comerciales medianos y grandes, hoteles y apartamentos con servicios operen únicamente con electricidad.

 

Las reglas entrarán en vigor el 1 de enero de 2027, y representan uno de los movimientos legislativos más contundentes en Australia para acelerar la transición energética desde el sector inmobiliario.

 

Estas medidas dan continuidad a las disposiciones adoptadas a principios de 2025, enfocadas en la calidad del aire interior y que restringieron el uso de aparatos de gas dentro de nuevas viviendas.

La alcaldesa Clover Moore fue tajante al presentar la iniciativa: “Depender del gas es malo para el planeta, malo para nuestras finanzas y malo para nuestra salud”. No es una declaración menor en una metrópoli que concentra 5.6 millones de habitantes y enfrenta los mismos dilemas energéticos que muchas ciudades globales: cómo descarbonizar la edificación sin encarecer la vida urbana.

El calendario regulatorio avanza rápido. Desde el 1 de enero de 2027, las restricciones también abarcarán equipos de gas exteriores –como calentadores de agua– en proyectos residenciales nuevos. Ese mismo año, la exigencia de electrificación total aplicará a grandes edificios de oficinas de más de 1,000 m², hoteles con más de 100 habitaciones y desarrollos con más de 100 apartamentos con servicios. Quedan fuera, al menos por ahora, los usos industriales y cualquier construcción preexistente.

 

 

Para el sector inmobiliario, hay un matiz relevante: en los desarrollos de uso mixto, restaurantes y establecimientos de alimentos podrán seguir utilizando gas, siempre que el proyecto contemple espacio e infraestructura eléctrica suficiente para una futura electrificación. Esto suaviza la transición y evita fricciones con uno de los sectores que históricamente ha defendido el gas por razones operativas.

 

El trasfondo de las nuevas reglas responde a un examen técnico que la ciudad realizó sobre los beneficios y desafíos de los edificios totalmente eléctricos. Un hallazgo central fue económico: con los precios del gas al alza debido a riesgos de suministro y presiones del mercado, un hogar en un desarrollo 100% eléctrico podría ahorrar unos 626 dólares anuales frente a uno conectado a gas.

A ello se suma que los sistemas eléctricos son más eficientes, requieren una sola conexión y simplifican tarifas. Y en la cocina, la inducción no solo es más precisa y limpia, sino que ofrece un impacto directo en la salud pública: estudios indican que la exposición a contaminantes emitidos por quemadores de gas puede equipararse al tabaquismo pasivo.

El proceso de consulta previo a la aprobación reunió 84 propuestas, en su mayoría favorables. Entre los apoyos destacaron actores clave del ecosistema energético y de construcción: el Property Council, Ausgrid, Energy Consumers Australia y la Global Cooksafe Coalition.

 

Para una ciudad que aspira a ser referente en sostenibilidad urbana, esta reforma representa más que una actualización normativa: es una apuesta estratégica por viviendas más sanas, costos de vida más manejables y un mercado inmobiliario alineado con los estándares globales de ciudades inteligentes.