En México, dejar de pagar un crédito hipotecario no solo afecta a bancos o inversionistas: También tiene consecuencias para propietarios, comunidades y el mercado inmobiliario en general.
“La ley debe proteger al que enfrenta una deuda con voluntad de solución, no al que la usa como escudo para frenar la recuperación legítima de un patrimonio. En México hemos avanzado en mecanismos de conciliación, pero mientras no distingamos entre quien quiere negociar y quien solo gana tiempo, el sistema seguirá siendo ineficiente para todos”, explicó Mike Ramírez, fundador de Blun.M2.
El problema no siempre es la insolvencia: En muchos casos, los deudores interponen amparos, dejan de responder o bloquean los procesos legales, buscando ganar tiempo. Esta estrategia afecta a todos los actores: Para los inversionistas implica pérdidas y costos legales, para los propietarios significa procesos largos y emocionalmente desgastantes, y para las ciudades se traduce en casas deshabitadas y litigios sin resolver.
Ramírez lo resume así: “Cuando el deudor apuesta por la evasión, no solo perjudica a la contraparte. También obstaculiza el acceso a la vivienda y alimenta un ambiente de impunidad silenciosa”.
Criterios para identificar a un deudor con voluntad de negociar
Blun.M2 propone algunos puntos clave para distinguir entre quienes buscan resolver su deuda y quienes solo intentan retrasar el proceso:
- Responsabilidad: Asumir el compromiso de dialogar en lugar de evadir.
- Asesoría especializada: Contar con abogados o mediadores que orienten hacia soluciones realistas.
- Equilibrio entre derechos y obligaciones: Defenderse es válido, pero abusar de recursos legales solo retrasa lo inevitable.
- Negociación clara: Llegar a un acuerdo no es ceder, sino actuar con madurez para cerrar un conflicto y liberar el activo hipotecado.
Con este enfoque, se busca que las instituciones y los actores del sector inmobiliario puedan diferenciar entre los deudores responsables y los que apuestan por el desgaste, evitando que el sistema se convierta en un círculo vicioso de juicios interminables y viviendas abandonadas.