El denominado robo hormiga, el hurto menor perpetrado por personas que normalmente esconden los artículos entre su ropa, genera pérdidas de entre 10 mil y 14 mil millones de pesos (mdp) al año al sector retail mexicano, con un promedio de hasta 80 incidentes al día.
Un dato grave es que con la pandemia de Covid-19, se duplicó este robo, y con la apertura del 100% de los negocios el delito seguirá en crecimiento, anticiparon especialistas de Biometría Aplicada.
Los robos menores pueden originar mermas en los inventarios de hasta 15%, generando pérdidas de hasta un 7% del total de las ventas y una reducción del 23% en la utilidad, y los empresarios aún no han podido generar una estrategia efectiva para inhibir estos delitos.
Según la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas 2020 realizada por el INEGI, el 95.5% de los casos no ameritarán una carpeta de investigación ante el ministerio público, debido a que son montos muy pequeños.
“Esto permite que la posibilidad de reincidencia por parte de estos delincuentes sea muy alta”, advirtió Adolfo Loera, CEO de Biometría Aplicada, empresa de sistemas de seguridad biométricos, en un comunicado.
Ante ello, el sector retail debe adoptar un proceso de transformación digital más agresivo y acercarse a tecnologías como el reconocimiento facial, que puede ser un excelente aliado para identificar a los farderos, monitorear en tiempo real sus acciones y detenerlos antes del robo.
El avanzado algoritmo del sistema biométrico puede realizar identificaciones incluso con elementos que pudieran generar distorsiones en la captura como bigotes y barbas, lentes, sombreros, cubrebocas, bufandas y hasta cascos.
El sistema logra un 99.99% de precisión en la detección de rostros; 99% de precisión en la identificación de la persona; 98% en el conteo de personas que ingresan o salen del recinto; 97% en la precisión de reconocimiento de género; 95% en la estimación de la edad y lo hace en un tiempo de 0.3 segundos.
Asimismo, la tecnología detrás del reconocimiento facial está tan avanzada, que hoy reconoce la presencia física de un usuario si se le presenta una fotografía de alta calidad, una representación digital o algún otro intento de vulneración del sistema.
Esto se hace a través de la denominada prueba de vida, que pude ser activa o pasiva, y que trabaja en conjunto con el sistema biométrico para medir y analizar las características físicas y las reacciones de la persona para determinar si se está capturando la muestra a partir de un sujeto vivo que está presente físicamente en el punto de venta.