El panorama de las sucursales bancarias está experimentando una transformación importante. Estos espacios, antes dedicados casi exclusivamente a operaciones financieras tradicionales, se están rediseñando para adaptarse a las nuevas demandas de los clientes, aprovechar la tecnología emergente y ser más sostenibles.
Uno de los ajustes más significativos es la reducción del área destinada al back office. Gracias a la digitalización y automatización de muchos procesos, las tareas administrativas han sido desplazadas, dejando más espacio para el área de ventas. Esto no solo optimiza el uso del espacio, sino que permite una atención más directa y personalizada al cliente.
Itzayana Llorens, project manager de JLL México, menciona que el promedio de metros cuadrados de una sucursal ha disminuido, oscilando ahora entre 200 y 400 m² dependiendo de su modelo y ubicación. Sin embargo, estas sucursales buscan no solo ser funcionales, sino también ofrecer una experiencia agradable y eficiente a los clientes.
Otro aspecto clave de esta evolución es el rediseño del "tren de cajas", que solía ser el corazón de la actividad bancaria. Ahora, en busca de mayor privacidad y eficiencia, muchos bancos han optado por esconder estas áreas o situarlas al final de la sucursal. De esta forma, los clientes pasan primero por la zona de ventas antes de realizar transacciones, incentivando la compra de productos financieros. Al mismo tiempo, ha habido un aumento de cajeros automáticos e inteligentes, lo que facilita el autoservicio y reduce la necesidad de personal.
A pesar del avance del autoservicio, las sucursales físicas siguen siendo valiosas, especialmente para clientes que prefieren el trato directo y la seguridad de un comprobante físico. En el futuro, es probable que veamos sucursales más pequeñas y tecnológicamente avanzadas, enfocadas en mejorar la experiencia del cliente mientras continúan ofreciendo un contacto humano clave para aquellos que aún lo valoran.