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Proponen transformar las ciudades poniendo a las personas en el centro, dejando atrás la cultura del automóvil y apostando por calles verdes, seguras y resilientes frente al cambio climático.

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Un nuevo informe internacional plantea un cambio de paradigma en el diseño urbano: Dejar atrás la cultura del automóvil y construir ciudades pensadas en las personas, donde caminar, andar en bicicleta y convivir en el espacio público sean prioridades estratégicas.

 

Living Streets: How Cities Are Trading Car Culture for Climate Resilience, escrito por Tharika Lecamwasam en colaboración con Leading Cities y Afkar Collective, analiza cómo la infraestructura urbana centrada en los automóviles está cediendo terreno a modelos de desarrollo que priorizan a las personas, la resiliencia climática y el bienestar colectivo.

 

La autora advierte que las consecuencias del dominio automotriz son profundas: Contaminación atmosférica, islas de calor, fragmentación de ecosistemas y un aumento de riesgos para la salud pública. En Estados Unidos, por ejemplo, más de la mitad del suelo urbano está destinado a infraestructura para los autos, lo que deja menos espacio para áreas verdes y para el encuentro comunitario. “El diseño urbano centrado en el ser humano puede mejorar la calidad del aire, reducir las emisiones de carbono, fortalecer la salud pública y crear comunidades más habitables”, sostiene Lecamwasam.

Cita el documento ejemplos de ciudades que están reimaginando sus calles como espacios multifuncionales. Nueva York, por ejemplo, registró una disminución del 57% en las lesiones relacionadas con bicicletas tras implementar carriles protegidos, mientras que el programa Ciclovía de Bogotá inspiró a cientos de urbes en todo el mundo a cerrar temporalmente las calles a los autos para entregarlas a los peatones y ciclistas.

 

 

 

En Europa, París impulsa su ambicioso plan de “ciudad de 15 minutos”, que acerca servicios y espacios públicos a distancias caminables, y Barcelona consolida su modelo de “supermanzanas”, que restringe el tráfico vehicular en áreas completas para devolver el espacio a los vecinos. Róterdam apuesta por plazas del agua que previenen inundaciones, mientras que en Melbourne desarrollan una Estrategia Forestal Urbana para reducir temperaturas y mejorar la calidad del aire.

 

Más allá de la movilidad, el informe subraya el valor de la infraestructura verde: Pavimentos permeables, jardines de lluvia y arbolado urbano pueden reducir las temperaturas superficiales hasta en 32 °C y disminuir la escorrentía de aguas pluviales en un 88 por ciento. Son soluciones que no solo combaten los efectos del cambio climático, sino que fortalecen la salud pública y la cohesión social.

 

“Diseñar calles con resiliencia climática en mente no es solo una necesidad ambiental, sino también un imperativo económico y de salud pública”, afirma Lecamwasam. Las ciudades que invierten en este tipo de proyectos no solo reducen su exposición a desastres, sino que aumentan su habitabilidad y atractivo como polos de inversión y desarrollo.

El informe concluye con un llamado urgente: Transformar las calles de corredores vehiculares a espacios multifuncionales que prioricen la sostenibilidad, la equidad y la calidad de vida. A medida que el cambio climático intensifica sus efectos sobre los entornos urbanos, repensar el diseño vial será clave para garantizar urbes resilientes, seguras y habitables para las próximas generaciones.