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Aunque los aranceles aún no se han aplicado, el nuevo anuncio de Trump marca un punto de inflexión en la relación comercial con México. Más allá de la retórica, su intención parece ser reconfigurar el T-MEC a su favor, usando la amenaza arancelaria como herramienta política y económica.

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México debe prepararse para un entorno de creciente incertidumbre, donde la diplomacia, la firmeza y la diversificación serán esenciales para proteger su posición en el comercio regional.

 

En lo que va de su nueva administración, Donald Trump ha retomado una de sus tácticas favoritas: Usar los aranceles como instrumento de presión política. Aunque hasta mayo de 2025 no se ha aplicado ningún gravamen nuevo a las importaciones desde México —según cifras oficiales del comercio exterior estadunidense—, el reciente anuncio de un arancel del 30% a productos que no cumplan con las reglas del T-MEC, sumado a los ya conocidos sobre acero y aluminio, sugiere un cambio de tono más agresivo.

 

Durante su primer mandato, Trump ya había utilizado la amenaza arancelaria para obligar a México a contener el flujo migratorio y actuar con mayor firmeza contra el narcotráfico. Sin embargo, ahora parece tener un nuevo objetivo: Presionar a México (y probablemente a Canadá) para renegociar el T-MEC, o incluso para abandonar el acuerdo por completo si no se aceptan nuevas condiciones favorables a EE.UU.

El nuevo anuncio parece más una advertencia que una medida inmediata. Pero no debe subestimarse. Trump, hábil en tácticas de disuasión, podría estar preparando el terreno para una escalada más amplia. ¿Qué busca realmente? Algunas posibilidades son evidentes:

  • Reescribir las reglas de origen, especialmente en sectores clave como el automotriz y tecnológico, para exigir mayor contenido estadunidense.
  • Limitar el uso del nearshoring, cerrando la puerta a empresas asiáticas que producen en México para exportar a EE.UU.
  • Condicionar el acceso al mercado estadunidense a temas extracomerciales, como migración, seguridad fronteriza o cooperación antidrogas.

 

 

La amenaza de aranceles funciona como palanca política. Aunque aún no se han materializado, el mensaje es claro: Trump está dispuesto a romper las reglas del juego si eso le da réditos electorales y comerciales. Para México, el desafío será doble: Defender el T-MEC como instrumento estratégico de estabilidad económica y, al mismo tiempo, prepararse para un escenario hostil donde la certidumbre se desvanece y el pragmatismo será clave.

 

¿Será solo retórica o el preludio de un nuevo conflicto comercial? Por ahora, todo indica que Trump tiene la mira puesta en algo más que la frontera: Quiere reconfigurar la relación bilateral desde una lógica de fuerza.

 

No debemos perder de vista que las cadenas de valor entre México y Estados Unidos tienen una gran integración en el sector automotriz, y es benéfica para ambas naciones, por lo que no es fácil romperlas o sustituirlas; se debería ver cómo integrarlas con más productos de la región y seguramente menos asiáticas.

 

Asimismo, la respuesta de la presidenta Sheinbaum sigue siendo de prudencia y negociación. Desde el mismo sábado, posterior al anuncio de Trump, la presidenta Sheinbaum aseguró que “México llegará a un acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos” y puntualizó que la soberanía del país nunca se negociará.

 

“La carta establece claramente que se busca llegar a un acuerdo para que no haya estos aranceles. Entonces, lo ponen para el 1º de agosto. Y nosotros creemos que vamos a llegar a un acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos y que vamos a llegar, por supuesto, a mejores condiciones. Siempre he dicho que en estos casos lo que hay que tener es cabeza fría para afrontar cualquier problema”, concluyó.